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La conmemoración del final de la I Guerra Mundial y la crisis de nuestro tiempo

Este pasado 11 de noviembre se conmemoró en París el fin de la Primera Guerra Mundial a través de un gran despliegue ceremonial en el que estaban presentes los jefes de Estado y/o Gobierno de 60 países y el Secretario General de las Naciones Unidas, amén de otras importantes personalidades mundiales. Ceremonia en que fue notoria, pero muy significativa, la ausencia de dos países como Reino Unido y Hungría.

Tanto el anfitrión, el presidente Macron, como algunos de los otros líderes políticos, hicieron alusión en sus discursos a la similitud que, según ellos, existe entre el período convulso que abrió ese final bélico en el mundo con la crisis del liberalismo, el desarrollo del fascismo y el nazismo, la Gran Depresión y el nacimiento de un nacionalismo de cuño identitario racista y agresivo. Factores todos ellos que condujeron finalmente al desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.

Macron defendió en su discurso la necesidad del multilateralismo como instrumento para salir de la actual crisis política y social y contrapuso el nacionalismo insolidario que sostienen hoy algunos países y fuerzas políticas al "verdadero" patriotismo. Y, como también desarrollaron en sus intervenciones algunos de los otros líderes presentes en la ceremonia, el líder francés hizo alusión además al paralelismo que existe entre la Gran Guerra y el período de entreguerras que le siguió y la crisis política y social del mundo actual.

Para esos líderes, aquella etapa que se abrió al final de la Gran Guerra y finalizó con otro conflicto mundial, por su paralelismo con el mundo de hoy, debería de ser entendida por los políticos y los ciudadanos como contraejemplo de la crisis política y social actual, dada su similitud, según ellos, con las tendencias que hoy siguen algunos estados, partidos y movimientos sociales ante la crisis en la que estamos inmersos. La conciencia de aquellos acontecimientos históricos podría servir como vacuna contra el populismo de ultraderecha que se desarrolla hoy en nuestras sociedades, comienza a ocupar significativos espacios en nuestros parlamentos y defiende un nacionalismo xenófobo que busca en los migrantes el chivo expiatorio de todos los males y desconfía de la democracia liberal. Debería de servir también, según ellos, de advertencia histórica contra la actitud contraria de esos estados, partidos y movimientos sociales hacia los acuerdos y decisiones de los organismos multilaterales en el marco de los cuales se trata hoy de resolver las amenazas que se ciernen sobre nuestro mundo globalizado actual.

Pero lo cierto es que, como escribió Marx, la historia no se repite (y si lo hace es como farsa) y la situación de la etapa de entreguerras que abrió la Gran Guerra presenta diferencias de fondo con la actual, y si es cierto que existe alguna coincidencia entre aquel tiempo y el actual, ésta no se da en los aspectos sustanciales. El actual populismo de extrema derecha con su racismo hacia los migrantes y su crítica de la democracia liberal difícilmente se puede equipar con la radical oposición ideológica contra el liberalismo del fascismo y el nazismo y hasta ahora esa clase de populismo se mueve en la aceptación crítica de las democracias liberales. Del mismo modo que su nacionalismo, aunque tenga un fuerte componente identitarío como lo tenían aquellos movimientos del periodo de entreguerras, no parece ser en cambio como entonces un nacionalismo expansivo y depredador que busca extenderse dominando el mundo.

Además, el avance de la pobreza y desigualdad que ha dejado la Gran Recesión en nuestro tiempo lo ha sido en el marco de unas sociedades, las desarrolladas, en las que el estado de bienestar que se impuso después de la Segunda Guerra Mundial había logrado unos niveles de vida elevados que paliaron en cierta medida los efectos negativos de la crisis. Niveles que no tenían que ver con los que padecían grandes masas de la población tras el final de la Gran Guerra y fueron el fermento del descontento y violencia que estuvo en el origen de la Segunda Guerra Mundial.

Parece claro que el intento de algunos de los principales líderes políticos presentes en la conmemoración en París del final de la Gran Guerra de buscar en la historia de aquel tiempo convulso la explicación de los problemas del nuestro es, además de un profundo desconocimiento de la historia, una burda instrumentalización más de ésta. Manipulación de la historia que trata de dejar a salvo la responsabilidad de nuestras élites políticas y económicas actuales en la grave situación social y política que atraviesa nuestro mundo.

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