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Sol y sombra

La nostalgia exhumada

El 20 de noviembre, el franquismo viral y el interés político

Más que exhumar los restos de Franco lo que estamos haciendo es resucitar al tirano y azuzar los viejos fantasmas de la memoria. En todo este tiempo desde que el cadáver está en danza su Fundación ha crecido exponencialmente, un 25 por ciento, he leído, y con ello el mito que permanecía sepultado. Ningún 20 de noviembre había concitado atención desde hace lustros y, en cambio, ayer volvió a ser fenómeno viral gracias a la polémica, lenta y tormentosa exhumación chapucera de unos despojos.

Si hay que desenterrar un cadáver lo primero que se debe hacer, antes de nada, es pensar en el lugar dónde volver a enterrarlo. No se puede actuar con tanta imprevisión y torpeza a no ser que el verdadero objetivo consista simplemente en agitar el espantajo para estigmatizar al adversario. O si se trata de usar arteramente los símbolos del pasado con intenciones de presente. Como ha dicho el historiador Enrique Moradiellos no hay una mirada historiográfica en la retrospectiva sobre Franco, sino política interesada. Es perder el tiempo en batallas que moralmente ya ha ganado la democracia en este país y resulta tan ridículo como lancear un toro muerto o combatir el feudalismo, explicaba hace unos días el profesor barcelonés Félix Ovejero, una de las voces que sacuden conciencias en este país.

En medio de un granizado otoñal de incienso, los franquistas nostálgicos, los perseguidores de sombras y los curiosos neófitos que se han incorporado a la verbena se reunieron en el Valle de los Caídos para refrendar la actualidad estúpida que ha servido en bandeja este gobierno gaseoso. No hay viento fresco que sofoque tanto absurdo.

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