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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

No es el poder, son los pelotas

Hay quienes llegan al poder corrompidos de casa. Los poderes estadounidenses intentan moderar el presidencial, especialmente desde la llegada de Donald Trump. No corrompe el poder, corrompen los pelotas. Mejor, si el poder corrompe es por la cohorte de pelotas que lo rodean. La soledad del poder se representa en un despacho, de noche, cuando el que firma -el presidente de lo que sea- queda a solas y en silencio con su conciencia sin el aturdimiento que produce la ruidosa bandada estornina de pelotas.

Qué días tiene el poder. Hace unos meses lo vi ridículo en su tosca evidencia. Carmen Calvo es vicepresidenta del Gobierno y era presidenta en funciones porque Pedro Sánchez estaba de viaje. Iba a un hotel para hablar a periodistas y representantes de nivel de una importante compañía multinacional de refrescos gaseosos de color marrón oscuro. Media hora antes de su llegada, uno de los dos ascensores de acceso a la sala estaba inoperativo, por razones de seguridad. Por las mismas razones su voz destacó en medio de un grupo denso que avanzaba por el pasillo en formación de tortuga y a velocidad de liebre. No se la veía, pero se la escuchaba, y el paquete humano que la envolvía sonreía como los de Amazon.

La doble hoja automática de la puerta del ascensor diezmó al grupo y dejó fuera a quien se habría de sentar junto a ella en la mesa, porque se rezagó unos centímetros. Se fue en otro ascensor, entre personas alejadas del poder -en general- que no habían podido optar a acompañar durante la ascensión vertical de dos pisos a la Ministra, que minutos después propuso regresar a una ley de Prensa, una idea que había tenido Fraga de falangista en 1966. Se notó el poder de la Vicepresidenta porque, al acabar, muchos periodistas aplaudieron.

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