¿Qué arcanos gobiernan la suerte del resultado de un partido de fútbol, que en un reducido espacio y en un corto periodo de tiempo convierte en blanco lo que era negro? El Sporting, que llevaba meses sin apuntarse una ganancia foránea, no sólo rompió la pésima racha viajera en Granada sino que pulverizó otras dos marcas: fue la primera vez en la historia que arrancó una victoria en Los Cármenes y propinó a los granadinos la primera derrota en casa de la actual temporada.
José Alberto se estrenó con buen pie, tuvo la fortuna de los novicios y de los campeones. Cuando parecía que el empate sería la renta mayor, un gol de Traver en el descuento permitió al cuadro regresar de Andalucía con un resultado que le aleja de la zona fría y le aproxima a la templada, aún alejado del lugar caliente que conduce a un objetivo que a día de hoy se antoja una quimera. Sin cambios sustanciales ni profundos, con una revolución serena y hasta corta, sin excesivos aspavientos, el nuevo míster arranca su trayectoria con una victoria de mérito y terapéutica que aporta tranquilidad y confianza a un club en permanente zozobra. No es cuestión de lanzar las campanas al vuelo ni de empezar a edificar castillos en el aire, pero no se puede negar que se trata del primer paso de un buen principio, del anuncio de un tiempo nuevo.
La primera lección es que a los partidos hay que entrar a cien y hay que acabarlos a la misma velocidad. Que no se pueden regalar quince minutos de inicio como en el Tartiere y que hay que guardar gramos de fe para cuando se acerca el pitido final, como en Granada. Buenos principios auguran mejores finales.
