Uva para casi 1.500 millones de chinos. Eso es mucha uva y es lógico que todos los países productores luchen por hacerse un hueco en el mercado asiático. En esta zona podríamos estar de enhorabuena tras los acuerdos alcanzados por el gobierno aprovechando la visita a España del presidente chino Xi Jinping. Por lo visto, a los chinos, que no son tontos, les gusta nuestra uva de mesa, con lo que se abren enormes posibilidades para los agricultores, aunque como contraprestación nos encontremos con un bazar chino en cada esquina y nos hinchemos a rollitos de primavera y a galletas de la suerte. Cosas de la globalización y del "fortalecimiento de los vínculos" entre ambos países de los que anteayer hablaba el presidente chino durante su intervención en las Cortes. Así, hemos visto a Xi Jinping con el presidente Sánchez a partir un piñón, con la alcaldesa Manuela Carmena dándole las llaves de Madrid, con senadores de todos los colores y hasta con los reyes, por muy republicano y comunista que sea uno y muy democráticos que sean los otros.
¿Que el gobierno chino parece ser algo laxo con los derechos humanos? ¡Bah! Tal como dijo ayer el vicepresidente primero del Senado, Pedro Sanz, "estoy seguro de que a ellos no les gusta tampoco nuestro régimen". París bien vale una misa. ¿Y si ya puestos intentamos que los chinos adopten la tradición de despedir el año con doce uvas españolas? 1.500 millones de personas a doce uvas cada una, calculen.
