Cuatrocientos mil andaluces que el pasado domingo votaron a Vox son unos fascistas, a juicio de la izquierda radical -y también de la moderada, si es que al PSOE le queda aún en la mochila un gramo de moderación-. Y así, contra la irrupción del partido más a la derecha del PP se escuchan llamamientos, desde las filas del pablismo, a las barricadas. A reactivar el Frente Popular, a regresar a las horas más cruentas de un país que, como dijo Bismarck, es el más fuerte del mundo, porque los españoles llevamos siglos intentando destruirlo y aún no lo hemos conseguido. Estamos en nuevo intento, Mariscal, a ver si esta vez nos borramos del mapa.
Pero ¿qué es el fascismo? ¿Es una ideología exclusiva de posiciones conservadoras? ¿O acaso no existe también un fascismo de izquierdas? El hispanista Stanley Payne considera que la interpretación del fascismo "es posiblemente el problema de análisis político más difícil y enojoso" en la historia de Europa del pasado siglo. En España la utilización del término "fascista" es argumento habitual de la izquierda contra la derecha para desacreditarla.
Mussolini procedía del socialismo; el partido de Hitler era nacional-socialista. Ambos se enfrentaron a la plutocracia capitalista de su tiempo y tuvieron a Lenin como maestro en el ejercicio de la imposición del partido único. ¿Acaso no es fascismo el afán de la izquierda de imponer su modelo de "corrección política"? ¿No se debe aplicar el término fascista al afán de la izquierda más radical que en la noche del domingo prácticamente hablaba de "cordones sanitarios" para impedir el avance de la extrema derecha? Líbrenos Dios de los totalitarismos, vengan a diestra o a siniestra.
