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Escritora y economista

Santa Bárbara Bendita: "Una cuestión de género"

Una anécdota escolar que ayuda a entender la necesidad de una lucha diaria en favor de la igualdad de las mujeres

Tenía 14 años. Cursaba por entonces primero de BUP en el Instituto de Noreña. Mis padres ni siquiera se plantearon que eligiese entre las asignaturas optativas de Religión o Ética: esa cuestión no era en ningún modo discutible. Y era Religión la que nos impartía el párroco de Noreña, el desparecido Don Fermín Cristóbal, un cura que gozaba fama de tener ideas progresistas, sentido de la humildad y de ponerse siempre al lado de los más desfavorecidos de la tierra, y en múltiples ocasiones, me consta, así lo hizo. A mí me tenía una cierta de manía aunque no sabría explicar la razón. Supongo que a las personas santas también les pesan ciertos estereotipos e ideas preconcebidas; ya así, desde mi niñez como catecúmena (cuestión tampoco discutible) le había empezado a notar una pequeña animadversión, pero dejando esto en otro aparte, el caso es que mis notas en 1º eran buenas en todas las asignaturas menos en Religión, en la no se valoraban los conocimientos sino la percepción de la "actitud" según el criterio del profesor.

Recuerdo especialmente un día en ese curso, en esa asignatura. Don Fermín comentaba una noticia que por entonces era de máxima actualidad en Asturias: las primeras mujeres trabajadoras en las minas asturianas. Recuerdo perfectamente los comentarios del profesor: "¿Qué ye esto que les muyeres les quieran robar el trabayu, el jornal, a los paisanos?". Yo lo contradije en el coloquio posterior y le rebatí varias veces: "Las mujeres tendrían que tener el mismo derecho para trabajar en una mina si ese era su deseo, y si físicamente estaban preparadas para ello": así le argumenté. Pero el párroco, progresista, en absoluto estaba de acuerdo y así me lo hizo saber en tono elevado. En ese curso y en el siguiente mis notas en Religión no pasaron de un Suficiente (Bien, como mucho, en algún trimestre) cuando en el resto de las asignaturas solían rondar casi siempre el Sobresaliente. Por supuesto mis padres nunca le hicieron llegar a Don Fermín ni una consulta sobre este tema. Tal vez, seguro, la culpa fuese mía por protestar y hablar más de la cuenta. Oír-ver-y callar: era la máxima de mi padre.

Mi hermana mediana estudió y se licenció en la Escuela Superior de Minas de Oviedo, aunque nunca ha trabajado en una empresa dedicada a la explotación minera.

Esta anécdota la he querido contar aquí porque hoy he visto el trailer de la película "Una cuestión de género", basada en la historia de la abogada y jueza del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg y hay algo en él, en ese tráiler, cuando se hace referencia al derecho de poder trabajar en un mina, que me rememora nuestra propia historia, a la mía como alumna, en un centro de enseñanza pública, a principios de los años 80 intentando argumentar ante un profesor la necesidad de la igualdad de las mujeres en cualquier ámbito laboral y la de la historia de las primeras mujeres mineras asturianas en democracia, la de la pionera Concepción Rodríguez Valencia y la de su abogada, Lucía Ruano, que lucharon por ese derecho: el de poder trabajar en el interior de las explotaciones. Tras varias sentencias desfavorables emitidas por la Magistratura de Trabajo de Oviedo o por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, fue, finalmente, ocho años después, un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional en 1992, el que así se lo reconoció.

Tengo ganas de ver "Una cuestión de género" para comprobar también el apoyo del marido de Ruth Bader a su mujer. Creer en ella, en ellas, en nosotras y sentirnos apoyadas por la familia o el entorno es un punto fundamental para los "casos de éxito" en esta lucha diaria y, en ocasiones, tan frustrante. Porque, a veces, el enemigo está más dentro que fuera y porque la soledad es terriblemente amarga y te lleva a dudar mucho, muchísimo, durante años.

Aún tengo sueños, sueños sociales, sueños literarios, e incluso sueños políticos para intentar cambiar las cosas: aún soy ambiciosa y hoy, 35 años después de aquella clase de religión, sé que no soy de las que se quedan en casa diciendo "Amén". He aprendido a base de cumplir años y adquirir experiencia vital que esa igualdad se conseguirá sólo a base de resistencia y que es una lucha diaria, que comienza por los más próximos, los más cercanos. Supongo fue así como lo hizo Ruth Bader Ginsburg, Concepción Rodríguez o Lucía Ruano. Ya es hora de que los enemigos, tanto los internos como los externos, evolucionen o se vayan bien lejos.

El 25-N fue el día contra la violencia de género. Quizás uno de los primeros síntomas de esa violencia hacia las féminas comience por la merma de sus sueños, por barrenarlos o despreciarlos, tachándolos de sumo afán de protagonismo por el simple hecho de haber sido concebidos por una mujer.

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