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El desnudo del rey Macron

El golpe tecnocrático choca en la vieja - piedra de las masas

A un rostro tan pétreo como el de Macron cuando se sienta como un monarca republicano en el trono del general De Gaulle sólo le podía descomponer el gesto un apretón, una emergencia. Al cabo de 18 meses la emergencia ha llegado, enfundada en su preceptivo chaleco amarillo. En apenas tres semanas, ese movimiento, al que sólo le falta reforzarse con un fosforescente triángulo divino, ha incendiado Francia con la bandera de la fiscalidad del gasoil. Incendio que nadie previó, como tampoco su propagación inmediata a toda la agenda política. Del combustible se pasó al empobrecimiento y, la pasada semana, a una tabla de 42 "exigencias populares" remitida por mail a los medios.

Los chalecos amarillos no tienen líderes conocidos, ya que, como el 15-M, las revueltas árabes o las revoluciones de colores, funcionan en red y usan de lanza a los profesionales del destrozo, que se apuntan a la misa sin que repiquen las campanas. En ausencia de cabezas visibles, un estudio publicado ayer por "Le Monde" asegura que dos tercios de sus exigencias huelen a la izquierdista Francia Insumisa y casi la mitad a la ultraderecha de Le Pen. En otras palabras, aromas de viejo hartazgo acentuados por la altanería presidencial.

Líderes al margen, las concesiones anunciadas por el hasta ahora inflexible Macron -adiós a los impuestos al combustible, precios de la electricidad y el gas congelados- indican que el fantástico golpe de mano tecnocrático que lo encumbró en 2017 ha chocado en el mismo muro que doblegó a sus predecesores cuando intentaron aplicar a Francia curas neoliberales: la protesta popular. Pero como Macron laminó a los partidos y embridó a los sindicatos, ahora pelea desnudo con los incontables brazos de un pulpo descabezado. Una lid desigual que, extrema derrota, ayer le obligó a pedir ayuda a la mutilada oposición invocando el supremo nombre de la República.

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