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Matías Vallés

Tarjetas de crédito descodificadas

Tras el robo de datos personales de 500 millones de clientes a la cadena hotelera Marriott

Le dejas el coche a una persona, y te dice que se lo han robado. Te fías, ¿o se instala en tu cerebro la sombra de la sospecha? Lo mismo sucede con las tarjetas de crédito descodificadas, puestas a disposición del mercado negro desde compañías en las que el consumidor confió a ciegas. Sin embargo, descargar el riesgo íntegramente sobre el cliente es otra de las paradojas de la economía digital, colaborativa o como se diga ahora.

Hasta ahora han sido hackeadas firmas de reputación impecable como Yahoo, Air Europa o Marriott. Por no hablar de Facebook, que vendía directamente la identidad de sus adictos. De una parte, si estos gigantes quedan expuestos a un adolescente en un sótano, qué transacción presume de seguridad. En segundo lugar, la intachable trayectoria de estas marcas obliga a creer en su desolación. Ahora bien, qué ocurrirá cuando se multipliquen las tarjetas en abierto.

Al saquear o hackear webs más sombrías, tendremos derecho a sospechar que la sustracción estaba pactada entre los atracadores y la presunta víctima. Por lo menos, el robo de datos debería limitarse a los entusiastas de los pagos online, que han arrastrado al resto de la población al único vehículo existente ya en innumerables transacciones.

Puesto que hablamos de delincuencia sofisticada, la Mafia siempre sospecha de quien pierde un alijo de sus preciadas sustancias. No se limita a aceptar una versión de parte, y este escepticismo es la base del capitalismo, además de cimentar la gloria de Martin Scorsese. (Cimentar era un chiste, no demasiado ocurrente).

Si la última fuga de datos de la cadena hotelera Marriott afecta a quinientos millones de personas en todo el mundo, no es descabellado anticipar que todas las tarjetas de crédito pasarán en un periodo razonable al dominio público. El concepto de ceder los datos adquirirá un sentido literal, casi pornográfico. Este drama para el consumidor topa con la flema ejemplar que exhiben quienes han intermediado el robo contra su voluntad.

"Hemos aprendido la lección para seguir avanzando", afirma el primer ejecutivo de Marriott, al que seguramente no le han sustraído los datos de su abultada tarjeta de crédito Centurion. Las víctimas reales o clientes también desearían efectuar borrón y cuenta nueva, en lugar de enfrentarse a un calvario burocrático por culpa de una transacción en principio instantánea. Aprenda por lo menos que no le están pidiendo sus datos bancarios para preservarlos, se los están robando. Y obre en consecuencia.

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