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Oncólogo, miembro de la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias

Reflexiones ante la polémica de la eutanasia

Los médicos que cursamos la carrera de medicina entre los años 60 y 70 fuimos testigos del desarrollo de la medicina en equipo, la apertura de la Seguridad Social a la formación de especialistas, previamente no permitida, la construcción de hospitales y la acreditación para la docencia, etc. Era el signo de los tiempos: los directores de los centros, el personal sanitario y la sociedad, en general, ponían la atención en desarrollar una buena medicina hospitalaria en España. En aquellos años, la eutanasia sonaba algo extraño, algo del pasado; y desde el punto de vista deontológico, se consideraba una trasgresión del acto médico.

Uno se pregunta, ¿qué es lo que ha pasado en estos 40 años, para que el PSOE intente, a través de una ley, introducir la eutanasia en los hospitales, y solo se haya opuesto un partido político, en minoría? El proceso ha sido lento, pero en progresión. El primer eslogan que se utilizó para crear un ambiente tolerante a la eutanasia fue el de "muerte digna". Tras una incesante aparición en los medios de comunicación de dicho eslogan, resulta que en muchas personas ha calado la idea de que la eutanasia es una manera digna de morir; como la única solución para evitar el sufrimiento físico y moral del paciente, consiguiendo despertar de ese modo sentimientos de compasión para justificar que acabar con la vida del enfermo es un bien. Aunque esta manipulación ideológica-lingüística es de ámbito internacional, el grupo de presión que desde los años 80 opera en España, como correa de transmisión de esta técnica propagandística, es la asociación denominada Para una Muerte Digna.

Así las cosas, una vez conseguido el primer paso; es decir, que se acepte la idea de que la eutanasia es una "muerte digna", resulta más fácil descalificar al que no está a favor de la eutanasia, pues es como si este se opusiera a una muerte sin sufrimiento. Por otra parte, los grupos de presión que han propagado este eslogan de la "muerte digna", dan la impresión de tener el convencimiento de que los que no defienden la eutanasia es porque están a favor de mantener al enfermo vivo a costa de lo que sea, incluso a costa de un gran sufrimiento. Sin embargo, una buena muerte es lo que todos deseamos. Parafraseando a Sánchez Ocaña, famoso periodista asturiano, podríamos decir que "apelar a la dignidad de morir para enmascarar otros conceptos, me parece que es una falacia".

El segundo eslogan que ha tenido bastante éxito es el del "derecho a decidir". Todos sabemos que actuar libremente, sin sufrir coacción de ningún tipo, es propio de la dignidad humana. La libertad está condicionada por los deberes naturales que cada actividad o compromiso humano trae consigo. Uno tiene que ser libre para poder elegir lo mejor. El problema es que, en la actualidad, domina la idea de que si yo actúo libremente, según lo que yo creo, por el mero hecho de actuar en libertad, lo que hago es correcto (fundamento filosófico del nihilismo moral). Como consecuencia de esta mentalidad surgen los "derechos a...": yo tengo derecho a hacer con mi cuerpo lo que quiera (aborto), yo tengo derecho a elegir el sexo que yo quiera (ideología de género), yo tengo derecho a disponer de mi propia vida (eutanasia), etc.

Pero surge un interrogante, ¿quien debe ser el que ejecute la eutanasia? En la ley que se está tramitando para permitir el derecho a la eutanasia, hay algún grupo político que participa en la elaboración de dicha ley que pretende introducir un apartado de sanciones para el médico que se niegue a practicarla. El dr. Serafín Romero, presidente de la Organización Médica Colegial (OMC), comentó en una entrevista: "no vamos a apoyar una ley que conlleve a que el médico tenga que procurar la muerte del enfermo, porque va en contra del Código Deontológico de España y en contra del Código de la Asociación Médica Mundial", solo el 10% de los médicos están dispuestos a realizarla". En la misma línea se expresó el presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, el cual en un tono más serio aseguró, en un reportaje, que llevan años "peleándose" con los políticos para que los cuidados paliativos se reconozcan como especialidad y que se mejoren las prestaciones para cubrir adecuadamente las atenciones a los enfermos que precisan de estos cuidados, y con ello optimizar la calidad de vida y el bienestar del enfermo hasta el último momento.

En resumen. Los médicos no estamos para matar al enfermo, aunque lo solicite. Nuestra misión es curar, si no es posible curar, tratar la enfermedad para mejorar el pronóstico, y si no es posible ni curar, ni mejorar la supervivencia en buenas condiciones, al menos paliar los síntomas con el tipo de medicación y dosis más adecuada ("lex artis").

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