Torra inició ayer un ayuno de dos días para acompañar la huelga de hambre de Sànchez, Rull, Turull y Forn. Es un gesto de "admiración y respeto al coraje" de los cuatro presos. Pero el presidente de la mitad de los catalanes (o menos, si descontamos a los que votan a la CUP) no estará ayuno de planes durante su ayuno. Mientras se priva, Torra prepara una purga en los Mossos para que quede claro que una Policía de país no puede cargar contra los CDR porque amenacen con reventar una manifestación autorizada. Y menos si los defensores de la república mental tienen que habérselas con afines a Vox, que manchan con su sola presencia las plazas sagradas de Girona y Terrassa.
Mientras se alimenta sólo de agua (y sigue duchándose, no como los españoles, esos cerdos), Torra ha dado con la solución para que el soberanismo deje de tentarse la ropa: la vía eslovena, que es la que permite llegar a la independencia tras celebrar un referéndum unilateral (ya celebrado), demorando la DUI seis meses (lástima, en Cataluña ya se declaró hace más de un año) y asumiendo después "todas las consecuencias hasta conseguir" la segregación del Estado represor, según teoriza el presidente ayuno de butifarras, escalivada y "mongetes".
Que entre allí y entonces (1990-1991) y aquí y ahora no haya más similitudes que entre el famoso huevo y la castaña es lo de menos. Y menos importa aún que los eslovenos de entonces hubiesen aplaudido con las nalgas de ofrecérseles la descentralización de la que goza la Generalitat. Lo que preocupa es que Torra valide la vía eslovena y hable de asumir "todas sus consecuencias", cuando sabe que la "guerra de los diez días" que desató la DUI de Liubliana acabó con 74 muertos. ¿De verdad piensa el president que algo así podría ocurrir, aquí y ahora? ¿No será que no sabe cómo lidiar con bomberos y médicos de ambulatorio?
Mejor que alguien le pase una butifarra de contrabando, allá en el monasterio de Montserrat, porque sólo lleva unas horas ayunando y ya delira.
