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Carmen Pérez Novo

La disciplina

El decisivo papel de la voluntad

Vivimos tiempos revueltos. También, en la era hiperlight. Todo es ligero. Incluidos los comportamientos humanos. Hemos perdido el sentido de la responsabilidad y del deber. La disciplina no está de moda. Y lo que es aún peor: está mal vista. Y, díganme ustedes, ¿se puede llevar una vida feliz y llena de sentido sin ella? ¿Es posible, acaso, marcarse objetivos claros, organizar el tiempo, cuidar la salud, resistir en tiempos difíciles o tener pensamientos positivos, sin un buen ejercicio de la voluntad? ¿O sea, sin autodisciplina?

Pues, parece ser que no. Porque, ésta, la disciplina, es la que permite hacer esas cosas que con el corazón sabes que debes llevar a cabo, pero que nunca estás de humor para ponerlas en marcha. O sea que, gracias a ella, tomas las elecciones que van, desde los libros que lees, los alimentos que ingieres, la actividad física que llevas a cabo, las amistades que eliges, el trabajo que ejerces, la hora a la que te levantas cada mañana, las ideas que ocupan el pensamiento?. De hecho, las personas realizadas y eficaces no pierden el tiempo haciendo lo más conveniente o más cómodo, sino que tienen el valor de hacer lo más sensato. No es que a aquellas les guste necesariamente hacerlo, sino es que su desagrado queda subordinado a la firmeza de su propósito. En resumen, las personas con éxito tienen el hábito de poner en marcha las cosas que a las fracasadas no les gusta hacer.

Pero, claro, eso supone ser estricto con uno mismo. Y llevar a cabo un buen ejercicio de la voluntad. Y no suele gustar a un amplio sector de población que prefieren vivir como fichas en el tablero del ajedrez de la vida que crean otros, como hojas a merced del viento, o flores que flotan en el agua al capricho de la corriente. O sea, optan por lo pequeño. Prefieren el terreno firme, sin arriesgar. Porque temen al fracaso, y dejan que los propios temores y las opiniones de la gente gobiernen sus vidas. Son como muertos andantes que se esconden tras las disculpas y coartadas, buscando excusas para eximirse de toda responsabilidad y echando la culpa de lo que les sucede, a los demás, a sus desgraciadas circunstancias, al destino, a Díos...

Y, mientras, los años pasan inexorablemente. Y yo me pregunto, señoras y señores, ¿de verdad compensa esta forma tan débil de vivir?

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