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Dos en la carrera / Kilómetro 17

En el tercer pelotón

El Oviedo recae en una decepcionante irregularidad mientras el Sporting no le saca todo el partido a su mejoría

Al final del kilómetro 17 de la maratón de Segunda los dos corredores asturianos se mantienen en el tercer pelotón, casi equidistante de la cabeza y de la cola. Apenas se llevan un paso de diferencia, pero las sensaciones que ofrecen son diferentes. El Oviedo, que mantiene la delantera en esa carrera particular, se muestra irregular y su comportamiento resulta impredecible. El Sporting, en cambio, parece haber entrado en una prometedora fase de mejoría. Lo ocurrido en la jornada deja un poso de decepción para el Oviedo, por el inesperado fracaso ante el Almería, y de insatisfacción para el Sporting, por la sensación de que en Elche más que ganar un punto perdió dos. Y es que el ritmo de la competición es tan vivo que reclama sumar de tres en tres. No hace falta que vengan de México a decirlo.

El OVIEDO, FRÁGIL Y OFUSCADO

Cuando parecía haber alcanzado una buena línea, la de la solvencia, el Oviedo se transfiguró de repente en un equipo frágil y ofuscado. El Almería, que llegaba lamiéndose las heridas de recientes desastres, encontró en el Carlos Tartiere un colaborador involuntario para rehabilitarse. Seguro que no lo esperaba. Pero, al contrario que el Oviedo, supo adaptarse a las circunstancias para convertirlas en oportunidad.

Un comienzo revelador. Una vez más, la puesta en acción del Oviedo fue impresionante. Apenas había pasado un minuto y ya tenía un gol a favor. Lo que había podido suceder seis días antes en Las Palmas ocurrió en Oviedo. Los carrileros azules entraron en acción de forma irresistible. Pero esta vez el remate de Mossa al centro de Diegui fue certero y, en vez de buscar las nubes, encontró el fondo de la red. Todo parecía bien encauzado desde el principio. Pero esa sensación fue un espejismo, porque el Almería tuvo carácter para rebelarse contra el papel de víctima y el Oviedo, por el contrario, dio la sensación de acordarse demasiado de sus carencias. Todo se puso de manifiesto en el primer cuarto de hora del partido, que sería decisivo.

Defensa contemplativa. El Oviedo concurría con varias bajas. Ninguna parecía tan importante como la de Saúl Berjón. Pero las de la defensa acabaron siendo decisivas porque le restaron esa eficacia que, sobre todo en el caso del ausente Christian, va asociada a la intensidad, e incluso a la agresividad. Los dos goles con que el Almería dio la vuelta al marcador en apenas tres minutos dejaron de manifiesto que la recompuesta zaga azul había virado a contemplativa. En el primero el balón centrado por Rioja cruzó de izquierda a derecha sin que ningún defensor lo interceptara. Y en el segundo hasta cinco defensas oviedistas rodeaban a Juan Carlos y ninguno fue capaz de interponerse a su disparo, precedido de una maniobra preparatoria que tampoco fue obstaculizada. Cierto que entre uno y otro gol almeriense hubo una clara ocasión de Javi Hernández, que remató de cerca al poste tras un saque de falta por Tejera. Pero a la larga la suerte no sería determinante, porque en la misma portería el otro poste colaboraría con Champagne en evitar que un tiro de Álvaro Giménez se convirtiera en el tercer gol almeriense.

Sin soluciones y con nuevos problemas. Con el partido inesperadamente torcido, el Oviedo no fue capaz de encontrar soluciones para enderezarlo. Le faltaron ideas y resolución. Dominó, pero sin peligro, porque, aunque con Mossa y Diegui convertidos en delanteros, llegó bastante, lo hizo sin mucho criterio para superar la buena defensa almeriense, comandada por Saveljich y un viejo conocido, Owona. El hecho fue que remató poco y sin puntería: en todo el segundo tiempo no disparó una sola vez entre los tres palos, mientras el dominado Almería lo hizo en tres ocasiones, además de cargar de tarjetas con sus contraataques a los azules, hasta provocar una expulsión, la de Javi Hernández. Anquela movió el banquillo para incorporar atacantes, pero sin lograr corregir esa insuficiencia. Sirvió al menos para confirmar que Steven apunta maneras y que el recién llegado, Omar Ramos, que se mostró rápido, con iniciativa y recursos, puede ser un refuerzo interesante. No le vendrán mal a un equipo apretado por las urgencias en forma de bajas, ya que a las causadas por las lesiones se añaden las provocadas por las sanciones que se esperan, como son los casos de Javi Muñoz y Mossa.

EL SPORTING, EN PROCESO DE MEJORA

El Sporting sigue imbatido cuatro partidos después de que pasara a dirigirlo José Alberto López, lo que en esta pasada semana incluyó culminar el pase a los octavos de final de la Copa, cuyo primer trámite había llevado la firma del anterior entrenador. Pero, más aún que los resultados, lo que está corroborando el acierto del nuevo entrenador es la mejoría del juego del equipo, que comporta un cambio de estrategia. En la época de Baraja el énfasis del juego del Sporting era mantener la puerta a cero. Ahora, es marcar primero que el rival, aunque sea a costa de asumir más riesgos. En Elche el Sporting pudo ganar, pero también perder. El empate acabó siendo un resultado razonable. Pero dio la sensación que con un equipo más hecho a la idea que trasluce el planteamiento de José Alberto difícilmente al Sporting se le hubieran escapado los tres puntos.

Salvador y Méndez, dos de Mareo. El cambio del Sporting, de sistema y de concepto se apoya en nuevos jugadores. Lo más determinante por ahora ha sido la entrada de Cristian Salvador y la consolidación de Nacho Méndez, dos productos de la factoría de Mareo, que tan menospreciada parecía últimamente de cara al primer equipo. El zamorano Salvador es un centrocampista de largo recorrido, que no rehuye la jugada ambiciosa, aunque a veces le salga mal. La mejor ocasión del Elche, salvo el penalti fallado, provino de un fallo suyo en el centro del campo, si bien Mariño fue capaz de contrarrestar la llegada de Benja. Pero, al lado de ese error, Salvador acumuló muchos aciertos, que dieron aire a su equipo. El luanquín Nacho Méndez, por su parte, ve espléndidamente la jugada, maneja muy bien el balón y tiene una gran precisión en el pase. Como, además, sabe moverse entre líneas, aporta al Sporting algo que necesitaba de forma apremiante, como intención y profundidad. Cristian Salvador y Nacho Méndez fueron, además, los mejores rematadores del Sporting en el Martínez Valero. Las dos más meritorias paradas del meta ilicitano Francis fueron para desviar un zurdazo de Méndez en el primer tiempo y un cabezazo de Salvador en el segundo.

Un partido movido. Elche y Sporting jugaron un partido tan movido como vistoso, en el que no faltaron alternativas de dominio ni ocasiones de gol. El Sporting remató cinco veces entre los tres palos y ocho fuera, por tres y seis del Elche. Esos números sugieren que el Sporting fue superior, y así ocurrió. Quizás hubiera ganado de haber acertado a transformar el penalti que falló. Pero luego el Elche tendría una oportunidad semejante, con una prolongación de la jugada que pondría a prueba la capacidad de respuesta de Mariño.

Egos sin control. Entre las responsabilidades de todo entrenador está el control de los egos de sus jugadores. En el Sporting se encendió al menos tres veces esa luz roja en el Martínez Valero. Una, cuando André Sousa, en los comienzos del partido, se quejó más de una vez, alzando manifiestamente los brazos, de algún error de sus compañeros. Otra, con el gesto de enfado de Djurdjevic al ser sustituido. La tercera, y más decisiva, con el empecinamiento de Blackman en lanzar el penalti, que, por otra parte, había sabido provocar con acierto. Su empeño quedó, además, en entredicho a la vista de lo mal que ejecutó el castigo. Lo de menos fue que mandase el balón fuera. Peor fue que, al lanzar, se dejase ver de forma tan clara, como demostró el portero adivinándole la intención. Blackman, que sigue pareciendo un jugador muy estimable, no se mostró precisamente como un especialista en lanzar máximos castigos. Y, al empeñarse en lanzar el que había provocado, puso a su equipo en un riesgo evitable.

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