Javier Tebas, el todopoderoso hombre de la caja -que es lo que importa- del fútbol español sigue moviéndose por el mundo como Frank Sinatra, a su manera. El presidente de la patronal del balón ha perdido la batalla para llevar a Estados Unidos algún partido de Primera una vez que el Barça, intuyendo la que se avecinaba, optó por retirarse del proyecto. Así que no habrá desfile de esteladas, lazos amarillos y peticiones de liberar a los "pow" del catalanismo.
Pero Tebas no da por perdida la guerra sabedor de que, tarde o temprano, con el apoyo, o sin el, de su archienemigo Luis Rubiales, al final el fútbol español plantará su pica en las viejas colonias. El presidente juega con ventaja sabedor de que la maquinaria del balón -fichajes, sueldos, comisiones...- necesita ser engrasada constantemente para que la Liga española siga siendo la primera del mundo. Y los presidentes de los clubes lo saben, incluido el tito Floren, ahora inmerso en darle forma a sus dos últimos sueños megalómanos: crear la superliga europea y la reforma de los 500 millones del Bernabéu.
Entre tanto, Tebas, también en modo Sinatra, a su bola, tiene tiempo de atender los asuntos domésticos haciéndoles un hueco en su apretada agenda internacional. Es entonces cuando trata de arreglar -parece que sin mucho éxito- la situación del Reus, que puede acabar con el equipo catalán fuera de la competición en plena temporada, con lo que ello supondría en un campeonato tan apretado como es la Segunda División patria. Y también aborda temas como la violencia en el fútbol, que ejemplifica en una pelea entre ultras en uno de los derbis asturianos de la nueva era que nunca existió (ni el partido, según las fechas que da, y mucho menos la refriega ). Es lo que tienen las maneras de Tebas, el nuevo Sinatra. Todo un cantante.
