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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La condena de los mil días

Cuando el balón empiece a rodar el próximo 1 de junio en la final de la Liga de Campeones a celebrar en el Metropolitano, habrán pasado más de mil días con el Real Madrid ostentando el cetro de mejor equipo del continente. Es lo que tiene ganar las Copas de Europa de tres en tres. Éxito sin precedentes. Pero la casa blanca posee un gen que le impide disfrutar de sus glorias deportivas.

Para muestra, lo sucedido en el partido frente al CSKA. El choque ante los rusos se presentaba tan inocuo como intranscendente. Pero, además de que la fiabilidad de los merengues ha caído en picado esta temporada, en el Real Madrid no hay lugar para el aburrimiento. Así que un equipo eliminado de todo, que no sólo había sumado gracias a la victoria de la primera vuelta en su casa ante los por entonces entrenados por Lopetegui, reventó los alfileres con los que se sostiene el proyecto de los madrileños hasta el momento.

Además de la derrota más sonrojante en la historia europea de los del Bernabéu, el partido dejó una herida abierta entre Isco y la afición. Con el Real Madrid aún añorando los goles de CR7, el malagueño y otros cuantos compañeros estaban llamados a ocupar el hueco y ganarse los galones dejados por el luso. Pero parece que lo único que Isco ha heredado de Cristiano es un ego desmedido que le hace retar a su entrenador, encararse con la grada y hacerse el gracioso por el enfurecido mundo de las redes sociales. La diferencia está en que el ego de tamaño sideral de la princesita de Madeira estaba respaldado por una cantidad insultante de goles y liderazgo. En el caso de Isco se sigue esperando por estas capacidades.

Y entre tanto, ya suenan tambores de guerra de cara al mercado invernal, el que tan poco gusta al tito Floren. De alguna manera tendrá que intentar alargar la condena de los mil días, aunque sea rompiendo la hucha destinada a la cubierta del Bernabéu.

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