Algunas personas que acuden a los retiros espirituales de fin de semana o más largos de semanas, van buscando ayuda para poder solucionar sus problemas psicológicos. Sin embargo, lo que allí predomina habitualmente son otros individuos aquejados también de problemáticas similares, resultando tal encuentro más bien una mera expresión del malestar en sus vidas, así como poder compartirlo en grupo. Quizás a alguien esto les pueda servir momentáneamente como mero alivio, pero la mayor parte de las veces genera más confusión y desorientación en sus vidas. El que el retiro se realice en un entorno natural, y que uno esté libre de las obligaciones habituales, además de estar en grupo y con personas con las se comparten ciertas afinidades, favorece el que determinadas personas con cierto grado de tensión o estrés en sus vidas mejore, pero evidentemente no es la solución.
El realizar constelaciones familiares en grupo puede llevar a que determinadas personas sientan vergüenza o contribuir a una mayor ansiedad perjudicándolas. Si además a estos encuentros se les da una orientación por llamarlo de alguna manera "oriental" o con cierto aire esotérico, probablemente contribuya a atraer a más personas que desean buscar dentro de sí una supuesta paz, armonía o incluso felicidad; entonces les recomendaría que leyeran con la atención que se merece el interesante libro: La vida real en tiempos de la felicidad de Marino Pérez, José Carlos y Edgar Cabanas, publicado en Alianza editorial.
Parece que hay que ir hasta oriente para buscar lo más preciado y esto es fruto de la gran confusión que existe, pero más bien opino que en esta búsqueda lo que hay es una evitación de tomar decisiones importantes en la vida de cada uno y afrontar las responsabilidades que esto acarrea, así como definir qué es lo verdaderamente valioso en la vida de cada cuál, pero claro para llegar a esto es necesario comprometerse. Como decía G. K. Chesterton, en un momento de su juventud estuvo a punto de rodar hacia la mente pero acabó elevándose hacia las cosas.
Así pues, más que un retiro espiritual sería conveniente quitar el miedo a zambullirse en la propia vida y saborear amarguras, sinsabores y frustraciones, pero también ilusiones, esperanzas y valor para aprender a afrontar la vida misma.
