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LNE FRANCISO GARCIA

El enfermo ya goza de buena salud

La imagen descarada del equipo más la nueva sociedad Djurdjevic-Blackman auguran buenos tiempos

Definitivamente este Sporting tiene mejor cara, no es el enfermo con gotero de hace unas semanas, en camilla y a un paso de la uci. En media hora de ayer llegó más veces al área rival que en toda la época reciente de Baraja, cuando el campo se le hacía a los rojiblancos más largo que atravesar la rampa de Pajares en tren burra. Sólo le faltó la guinda del pastel que ha ido recreciendo José Alberto en el horno del sentido común. La máxima es bien sencilla: el fútbol es ataque y defensa en justa compensación. Ni se puede desatar la infantería a lo loco al toque de generala ni a la caballería a degüello. Tampoco es práctica aconsejable arrinconarse en la trinchera y aguardar a que escampe, al gusto timorato del entrenador precedente, que quiso construir el equipo desde la retaguardia y le salió un guiso insípido.

Fue osado el míster, y valiente, en su propuesta, con los dos puntas llamados en principio a la titularidad juntos desde el inicio. Buscó el once con descaro el área rival, ensanchó el campo por las alas y sólo chocó con la deficiencia del último pase. Pudo adelantarse en el 33 y en el 36 de la primera mitad, en jugadas a balón parado, pero una vez la pericia del portero rival, Reina, tras una falta lateral botada por Carmona, y otra el afán de Babin en volear el servicio de un córner desbarataron la oportunidad.

La sociedad Djurdjevic-Blackman obtuvo sus primeros réditos de la temporada a los doce minutos de la reanudación, cuando la pelea incansable del balcánico, un tipo insistencialista que insiste e insiste, le permitió arrebatar el cuero a un defensa y volcarlo, con el exterior, al lugar donde el británico pleiteaba con su marcador. Blackman no perdonó en la boca de gol. Estos dos tipos pueden ser complementarios porque no se parecen en nada, ni física ni argumentalmente. El serbio, de sangre caliente y malas pulgas, exaspera a los rivales. El británico, más frío que un témpano, no se despeina ni en la ducha. Cada uno puede obtener beneficio de las virtudes del otro, como ocurrió ayer.

Todos los mensajes que emite José Alberto, que lleva diez de doce desde que se hizo cargo del equipo, y que bien pudo ser pleno de no desperdiciarse el penalti de Elche, son positivos. En el minuto 54, cuando aún persistía el empate, sentó a Lod y metió en danza a Traver, que ayudó a agitar la coctelera. Incluso cuando los rojiblancos se adelantaron en el marcador, rechazó echar al equipo atrás para buscar alguna contra. Prefirió mantener el buen trato del balón, mostrándose vertical y haciendo otros dos cambios pensados para mantener el paso al frente, no para recular. Retiró a Blackman y puso en su lugar a Pablo Pérez; dio descanso a Carmona y lo sustituyó Álvaro Jiménez. Ni un atisbo del ánimo barajista de recoger el ato y plegar velas.

Parece que el míster ya ha dado con su equipo base. Ha encontrado a su pareja de centrales "a la marsellesa", tiene identificados a los laterales, parece decidido a darle galones a Salvador y a Méndez y se verá con frecuencia en El Molinón a la doble punta de lanza, como ayer. Cuando recupere para la causa a Lod, que sigue sin destaparse, habrá cuadrado el círculo.

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