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Dos en la carrera / Kilómetro 18

Estirón y estancamiento

Mientras el Sporting afianza su mejoría, no sin sufrimiento, el Oviedo sigue sin redondear sus partidos

La maratón de Segunda mantiene un ritmo desbocado, el más alto, con diferencia, de las últimas temporadas. Los dos corredores asturianos responden de forma desigual. Mientras el Sporting se reafirma en la línea de mejora de resultados en que entró tras el cambio de entrenador, el Oviedo no logra alcanzar una decorosa regularidad. La tabla de clasificación refleja esa evolución. Si cinco kilómetros atrás el Oviedo adelantaba al Sporting en cinco puntos, ahora son los rojiblancos los que aventajan a los azules en dos. Pero los puestos con premio siguen a parecida distancia para el mejor de ambos. Si al final de la jornada 14 el Oviedo se encontraba a 11 puntos del primer clasificado y a 6 del play-off y el Sporting, a 13 de la cabeza y a 7 del sexto puesto, ahora el Sporting está a 12 de puntos de la cabeza y a 4 del play-off, mientras el Oviedo se aleja a 14 puntos del líder y a 6 del sexto. A ambos les queda mucho por mejorar. Otra cosa es que a uno se le vea más por la labor que al otro.

EL SPORTING, EN ESTIRÓN

Tras sumar diez puntos de los doce posibles en los cuatro últimos partidos de Liga, al Sporting de José Alberto López se le puede comparar con uno de esos adolescentes que de pronto dan el estirón. Pero la comparación se amplía a advertir que además de crecer necesita fortalecerse. Y es que, aunque con su cambio de estilo ha recuperado la condición de competitivo, al Sporting le falta consolidarse como equipo. Los últimos minutos de su partido ante el Mallorca le supusieron, a costa de un sufrimiento verdaderamente agónico, el contundente aviso de que el equipo tiene que mejorar todavía en muchas cosas si quiere tener garantías de recuperar el terreno perdido. O no matar de sustos a sus seguidores.

Qué agonía. El final del Sporting-Mallorca mantuvo sobre el terreno el mismo tono de deportividad con que había discurrido el no por ello menos disputado encuentro, con los jugadores de los dos equipos intercambiando saludos. Fue después de ese epílogo obligado cuando los jugadores del Sporting se dirigieron al círculo central para agradecer a su público la ayuda, sin duda muy valiosa, que les había prestado. Pero su aplauso a la grada encontró poco eco por una razón tan sencilla como la de que gran parte de los asistentes ya se había marchado. Tanta prisa de los aficionados cuando había una victoria que celebrar podría explicarse por la necesidad de alejarse cuanto antes de unos asientos que se habían convertido por momentos en potros de tortura. No fue para menos contemplar la sensación de agobio que en los minutos finales transmitió el Sporting ante un Mallorca que por momentos se mostraba cada vez más avasallador. Agobio y desconcierto, como cuando los rojiblancos, al no saber qué hacer con el lanzamiento de una falta en posición peligrosa, acabaron por entregar el balón al contrario. El portero mallorquín se situaba en la mitad de su campo e incluso llegó a subir a intentar el remate en un saque de córner. Por si fuera poco, el Sporting desperdició la oportunidad de poner fin a tanto sufrimiento antes de que se consumieran los cinco minutos de prolongación que había fijado el cuarto árbitro. Y lo hizo de la forma más indignante, por estrafalaria, que cabía: cuando Djurdjevic se disponía a remachar con todo a favor el despeje en corto con que Reina había respondido a un tiro de Traver, quien lo impidió no fue un rival sino un compañero, Álvaro Jiménez, que llegó a toda velocidad para arrollarlo de forma inexplicable.

Mucho que mejorar. Esos minutos finales vinieron a exagerar las limitaciones que, dentro de su evidente mejoría, separan al Sporting actual de un equipo realmente fiable y que no habían dejado de quedar patentes con anterioridad ante un Mallorca bien plantado, rápido y con una buena capacidad asociativa. Un Mariño impecable y un Babin sencillamente imponente son la garantía de una defensa mejorable por las bandas. Pero los problemas empiezan más arriba. Por una parte, el medio de campo del Sporting no ofrece la consistencia necesaria. La entrada de Cristian Salvador, jugador de largo recorrido, y la confirmación de Nacho Méndez, que levanta la cabeza para buscar el mejor destino del balón, al que es capaz de enviarlo luego, han marcado una evidente línea de mejora, pero necesitan mayor colaboración. La que no termina de ofrecer Lod, que desaparece durante largos periodos, o la que difícilmente puede aportar Carmona, que no es jugador de grandes espacios. En cuanto al ataque, la apuesta por dos delanteros, que parece atractiva, requiere una gran implicación de ambos, no sólo para atacar sino también para presionar. Ante el Mallorca la tuvo Djurdjevic, que, por movilidad y sacrificio, jugó seguramente su mejor partido hasta la fecha. Él fue el coautor del gol, pues robó el balón para dar luego una asistencia de oro a un Blackman que pudo así estrenarse como goleador. Incluso pudo hacerlo por partida doble, si no le hubieran anulado luego un gol que la moviola demostró que había sido legal. La participación del inglés en el juego fue, sin embargo, más bien escasa. Pablo Pérez y, sobre todo, Traver tuvieron aportaciones interesantes. En manos del nuevo entrenador sportinguista, que persiste en la idea de dotar al equipo de un estilo ambicioso, está encontrar a quienes pueden contribuir mejor a ello.

el oviedo, estancado

El Oviedo, en cambio, no logra salir del estancamiento en el que ha entrado después de su victoria en el derby asturiano. Desde entonces sólo ha sumado cuatro de los doce puntos posibles, lo que no es un ritmo de aspirante a cabeza de la carrera, máxime en esta temporada, en la que el que no corre vuela. Lo curioso es que ofrece mejor imagen que resultados. La derrota en Granada ante el líder no fue consecuencia de una inferioridad manifiesta sino más bien de detalles, entre ellos un acierto determinante de los granadinos. Al final prevalece la duda de si el Oviedo no exprime al máximo sus posibilidades o si está limitado por carencias importantes, como pueden ser las bajas por lesión -la de Berjón es, sin duda, muy importante, pero también las que se suceden en la defensa- o la falta de un delantero determinante.

Cuestión de puntería. El Granada sacó adelante el partido precisamente por contar con un delantero resolutivo. Adrián Ramos, que marcó un gol espléndido, por la elaboración y la resolución -el control orientado con el pecho, la poderosa carrera y el toque sutil por encima del portero-, no estaba siendo hasta ahora, sin embargo, tan eficaz como se esperaba, pues sólo había marcado tres goles. Pero, por desgracia para el Oviedo, vino a destapar ante los azules el tarro de las esencias. Los dos equipos estuvieron parejos en cuanto ocasiones de gol. Pozo falló una llegada clara al comienzo del partido y luego fue Ibrahima quien no supo aprovechar un gran pase de Tejera que le dejó solo ante Rui Silva. Si Ramos tiró al larguero en el primer tiempo, Bárcenas lo hizo al poste en el minuto 76. A esas ocasiones claras habría que añadir la de Diegui en el primer tiempo, cuando llegó con claridad al centro de Bárcenas desde la izquierda pero no acertó al meter el pie. Cualquiera de estas jugadas pudo decidir el partido.

Y de escudo. Pero el Oviedo no adolece sólo de puntería. También le falla el escudo. Lo revelan sus números, que le muestran como uno de los más goleados de la categoría. La prestancia que ha conseguido el equipo en el centro del campo con la incorporación de Tejera y Bárcenas y la capacidad de despliegue que por las bandas aportan Diegui y Mossa necesitan el complemento de otras mejoras, como recuperar la intensidad que llegó a caracterizarle y que se hacía notar sobre todo en defensa. El Oviedo se pierde, además, por los detalles. Conseguir superar esas limitaciones es la asignatura pendiente del equipo que entrena Anquela.

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