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Tino Pertierra

Sólo será un minuto

Tino Pertierra

Aquellos malos humos

Sonia: "Parece que fue ayer cuando entraba en la oficina y me encontraba una nube de humo instalada en el aire. Los ceniceros estaban llenos de colillas y en los dedos de mis compañeros habitaban cigarrillos pestilentes sin que nadie preguntase al de al lado si le molestaba. Los fumadores sólo creían en sus derechos sin respetar los del prójimo. Parece que fue ayer cuando entrabas en un bar o en un restaurante (no digamos ya si era un día de boda) y el olor a tabaco lo dominaba todo. Daba igual que hubiera niños dentro: lo prioritario era la necesidad de fumar sin tener en cuenta los efectos para el resto del mundo. Cuando se prohibió fumar en centros de trabajo, algunos de mis compañeros pusieron el pito en el cielo. Les parecía una medida injusta, inquisitorial. Con mi salud hago lo que me da la gana, y al que no le guste el humo que se aguante, llegó a decirme una compañera que liquidaba tres cajetillas al día. Tres cajetillas que me tocaba sufrir a mí también. Aguantándome. Cuando se impidió fumar en bares y restaurantes, algunos hosteleros se indignaron, arremetieron contra el Gobierno de turno, aseguraron que aquello sería su ruina, que la gente no entraría más a sus locales si no se les permitía contaminarlo indiscriminadamente. Con impunidad manifiesta. Hoy, pocos años después, recuerdas esos momentos y te cuesta creer que durante tantos años viviéramos sometidos a esa barbarie fumadora en la que unos disfrutaban del derecho a invadir la salud ajena con sus malos humos. Quizá, con el tiempo, haya que plantearse hacer algo parecido con los teléfonos móviles y limitar el derecho a poner el volumen al máximo en lugares públicos y evitarnos la tortura de saber cuándo los demás reciben un mensaje. Mi compañera Ada está metida en grupos políticos y futboleros y como tono de aviso en su móvil ha puesto la corneta del 7.º de Caballería cargando. Da igual que la mire con cara hostil. No se da por aludida o quizá le divierta incordiarme. Es merengue y yo culé. Imagina escuchar ese tiroriroriroriroriiiiiii 80 veces en una tarde. Y comprenderás por qué tengo que trabajar con tapones en los oídos".

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