Hace 40 años que China se quitó el cuello Mao, calculo que cuando se puso de moda entre los jóvenes españoles. Lo que va de Deng Xiaoping a Xi Jinping en la política de Reforma y Apertura es un proceso uniformemente acelerado de riqueza y reparto que ha llevado a China a ser la primera economía mundial y a que sus pobres hayan descendido del 66,6 al 0,7%.
En los ochenta aún se presentaba a los chinos como negociadores desquiciantes y milenariamente desleales que llevaban a los ejecutivos estadounidenses al suicidio o la locura. No hay datos de muertos entre entonces y el actual tráfico incesante y kilométrico de contenedores por carretera, tren y barco. O mentían los viejos teletipos o las culturas descubrieron cómo entenderse.
Como productor, China es disuasorio: si lo hacen ellos, no lo hagas tú. Como competidor, excluyente. Al producir más barato que nadie, cualquier industria que no vaya a la cabeza en la innovación y la competitividad basada en la tecnología en seguida pasará a tener los empleados que más cobren y menos trabajen.
China es corrupta en su comunismo y en su capitalismo y, 40 años después, el engendro al que Occidente abraza es una mezcla eficaz y feroz de planificación y mercado, de enormidad y desdén por los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la democracia. El dumping (vender un producto por debajo de su precio o de su coste para eliminar competidores) se le reprocha a China en términos económicos, laborales, ecológicos, sociales y democráticos. China funciona económicamente muy bien sin democracia desde el lado contrario al ultraliberalismo, que va de muerte en regímenes autoritarios. La democracia también está emparedada entre China y Chicago.