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El Club de los Viernes

Inmigración libre y acogida: ataque a la propiedad privada

Decía Ludwig von Mises (1881-1973) que si el programa del liberalismo tuviera que ser condensado en una única palabra, esta debería ser propiedad. Y debe defenderse desde el liberalismo que el derecho de propiedad es el derecho fundamental, ya que otorga a su titular un control sobre la realidad material circundante en la que poder desarrollar libremente su proyecto personal. Definir los derechos de propiedad sobre los bienes es la única forma justa de otorgar a las personas derechos de decisión, uso y disposición sobre los mismos. Solo el propietario de algo tiene derecho a decidir sobre ese algo. Todos los demás derechos están supeditados a la propiedad privada. Nadie tiene derechos en propiedad ajena. Yo puedo defender que la "libertad de expresión" ampara mi derecho a gritar y decir barbaridades a la gente, pero no en su casa. Nadie tiene "libertad de expresión" en mi propiedad, ya que yo establezco las reglas y en último caso puedo expulsar a quien no las cumpla. Todo el mundo puede decir lo que quiera en su propiedad y en la de cualquiera que quiera escucharle, pero no en la mía.

El mismo principio vale para la "libertad de movimiento". No existe ese derecho en abstracto. Nadie tiene derecho a vagar por nuestra casa, por nuestra finca vallada, por las escaleras de nuestra comunidad de vecinos o por nuestra piscina sin un permiso expreso. Igual que con la "libertad de expresión", la propiedad privada es aquí el factor relevante. Puedo moverme dentro de cualquier propiedad que yo tenga o cuyo dueño decida aceptarme, pero no puedo simplemente ir donde yo quiera sin más. En apoyo a lo anterior, un insigne liberal como Murray N. Rothbard (1926-1995) decía que: "Si todos los terrenos de un país tuvieran un dueño, ya sea persona, grupo o empresa, esto significaría que ninguna persona podría entrar salvo que se le invitara a entrar y se le permitiera alquilar o comprar una propiedad. Un país completamente privatizado estaría tan cerrado como desearan los dueños de la propiedad privada".

Pero de forma invariable, cuando hablamos de la entrada en un país, el concepto de propiedad privada se vuelve más difuso. Y sin embargo hay dos posturas que deberíamos rechazar de plano: que la propiedad pública sea propiedad del gobierno o que la propiedad pública no tenga dueño. Porque en realidad todos los terrenos de un país tienen dueño. Los picos de Europa, las calles de Oviedo o las playas de Valencia son propiedad de todos los españoles. Existe sobre esos bienes una propiedad conjunta de la sociedad española. Y por lo tanto, al existir propiedad, el derecho de admisión corresponde a los verdaderos propietarios, no al gobierno. Las políticas migratorias abiertas no son otra cosa que una imposición gubernamental, ya que como dice el gran pensador liberal Hans-Hermann Hoppe: "Los dueños de propiedad privada como tiendas, hoteles y restaurantes ya no son libres para excluir o restringir el acceso como les parezca. Los empresarios ya no pueden contratar o despedir a quien quieran. En el mercado inmobiliario, los caseros ya no son libres para excluir a inquilinos no deseados. Además, las alianzas restrictivas se ven obligadas a aceptar miembros y acciones en violación de sus propias reglas y regulaciones. Al admitir a alguien en su territorio, el estado permite también que esta persona utilice las carreteras y zonas públicas hacia las puertas de todos los residentes nacionales, que haga uso de todas las instalaciones y servicios públicos (como hospitales y escuelas) y que acceda a todo establecimiento comercial y empleo y vivienda residencial, protegida por multitud de leyes antidiscriminación".

Muchos dirán que, en un mundo globalizado, donde se defiende el capitalismo de libre mercado, oponerse a la "inmigración libre" es retrógrado, pero ¿es la postura de "inmigración libre" análoga al libre comercio? Evidentemente no. En el caso del comercio de bienes, siempre hay necesariamente un receptor voluntario, cosa que no sucede con la "inmigración libre". Estas emigraciones no son resultados del mercado; no se producirían en un mercado libre. De lo que estamos siendo testigos es de movimientos subvencionados por el estado; por el estado del bienestar.

Y para finalizar recuerden que como dijo el historiador Ralph Raico: "La libre inmigración es una categoría distinta de otras decisiones políticas, en el sentido de que sus consecuencias alteran permanente y radicalmente la misma composición del cuerpo político democrático que toma esas decisiones?".

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