Laureano Lourido, presidente de la Autoridad Portuaria de Gijón, calificó el jueves, en el brindis navideño de El Musel, de "buen año" en lo económico el que culmina para la principal dársena asturiana. El puerto gijonés cerrará el ejercicio con un beneficio de 8 millones de euros, el mejor resultado económico desde que concluyeron las obras de ampliación, en 2011. El Musel encadena tres ejercicios consecutivos con números positivos después de un lustro de pérdidas, lo que supone un éxito de gestión a valorar muy positivamente en tiempos de contracción de la actividad económica regional.

Una negra sombra se cierne, sin embargo, sobre el puerto más relevante de Asturias, que podría poner en peligro la bonanza de su cuenta de resultados de los próximos años: los planes del Gobierno para el cierre de las térmicas y el fin anunciado de la economía del carbón. Que El Musel sea un puerto eminentemente granelero se debe a que las empresas de su entorno importan y exportan graneles sólidos, principalmente carbón térmico y siderúrgico, pero también mineral de hierro, arenón, cemento y clínker. El ochenta por ciento de la actividad portuaria se debe a estos tráficos, de los cuales 4,5 millones de toneladas anuales se contabilizan a partir del servicio que el puerto gijonés presta a las térmicas de La Robla, Compostilla, Lada, Velilla, Aboño y Soto de Ribera. De cumplirse los planes energéticos del Gobierno, El Musel perdería del orden del 22 por ciento de sus tráficos. Lo que en la práctica podría suponer el regreso a los números rojos y obligaría a buscar nuevos tráficos para compensar esa importante pérdida y realizar una apuesta mayor por los contenedores, lo que obliga a abrir nuevas líneas, una dificultad añadida en tiempos tan competitivos para el tránsito de mercancías por vía marítima.

La planificación estatal sobre el futuro del carbón pone a El Musel en una difícil tesitura y obliga al Estado a reconsiderar algunas políticas que afectan al puerto de Gijón, al que habrá que compensar de alguna forma para paliar la inminente pérdida de tráficos graneleros. La primera compensación es, sin duda, apostar decididamente por la reapertura de la autopista del mar entre Gijón y Nantes, lo que obliga al Estado español y a las administraciones regional y local a aportar ayuda económica a la naviera que ha mostrado interés en ocuparse de esa línea marítima, Baleària.

La segunda iniciativa que el Gobierno ha de tomar es activar la regasificadora del puerto, que se encuentra en hibernación desde la fecha en que fue construida y que supone una instalación beneficiosa para resituar a El Musel como punto estratégico internacional para el repostaje de barcos mediante gas licuado, no ya el futuro sino el presente en el transporte marítimo.