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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El discurso de la Princesa

La mayoría de los comentaristas más sesudos de la corte y reino escrutaron el mensaje navideño del Rey intentando diseccionar sus palabras para encontrar en ellas el augurio que los clásicos buscaban en el vuelo sinuoso de un cuervo sobre el templo de Apolo. Algunos, sin embargo, preferimos analizar el discurso sin palabras de la Princesa, que será reina si así lo deciden las nuevas generaciones a las que, con calculada intención, se refirió el Monarca en su parlamento de la Nochebuena.

El año que culmina es sin duda el de Leonor, el de su exposición pública inicial, el del reconocimiento de su tarea venidera. Desde que en enero su magno padre le impuso el Toisón de Oro resultaba obvio que ese gesto de ostentación no era, de manera alguna, gratuito, sino la apertura de una puerta que ya nunca se cerrará. Felipe VI cargó ese día la mochila de su primogénita de una pesada carga, tan pesada como la caliza primigenia de los Picos de Europa, donde se asienta un mirador para aprender a mirar. "Leonor", dijo con solemnidad el titular de la Corona, "todas las acciones de tu vida deberán guiarse por la dignidad y la ejemplaridad, por la honestidad y la integridad, por la capacidad de renuncia y de sacrificio".

Durante el discurso navideño, una fotografía intencionada se veía a las espaldas del Rey: la de la Princesa con su padre en el Instituto Cervantes el 12 de octubre, cuando la aspirante leyó, solemnemente, el artículo primero de la Constitución. El que enuncia que la soberanía nacional reside en el pueblo; la masa informe que decidirá, si le preguntan, si quiere que algún día la niña reine.

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