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Tino Pertierra

Cómo hacer el humor sin líos embarazosos

José Mota se une a la corriente de cómicos que se muerden la lengua para esquivar a ofendidos

Al final salían del túnel del tiempo -envueltos por un himno adaptado de Freddie Mercury, al que el cine ha arrancado de cuajo sus capas de transgresión- humoristas como Tip y Coll, Tony Leblanc, Gila, "Martes y Trece", Lina Morgan, Pajares y Esteso, Faemino y Cansado o Eugenio. La idea de José Mota era rendir homenaje a su profesión y, sin ánimo de molestar a nadie, reivindicar la libertad de expresión a la hora de hacer el humor sin controles profilácticos para evitar líos embarazosos. Fue una reivindicación light, como lo fue el resto de su programa. Más que humor blanco, lo suyo fue humor transparente, cubriéndose las espaldas al achacar a la mediocridad de nuestros políticos la blandura de las imitaciones, la falta de pegada en los gags, las dosis de saludable mala uva que, en un registro menos dado a salir con el cuchillo de la broma entre los dientes, sí nos regaló "Cachitos", el espacio de La 2 que trituraba con una sonrisa de falsa nostalgia a figuras de la canción apolillada.

En los tiempos de Twitter, ese marco incomparable donde los insultos y la hez fluyen a borbotones, los humoristas se lo piensan una vez y cuarto antes de lanzar un chiste que pueda ofender a alguno de los miles y miles de sectores susceptibles de sentirse afectados por esa alteración intempestiva y sin frenada de la verdad que es el humor. ¿Se podría estrenar hoy una película como "La vida de Brian" sin que hubiera roturas de costuras y posturas por doquier? ¿Podría hacer "Martes y Trece" un gag como el de la monja sentada en una bici sin sillín? ¿Sería acosado en las redes un genio como Gila con sus zurriagazos a lo políticamente correcto? ¿Cuánto tardaría el matonismo virtual en lanzarse al cuello de Tip y Coll? ¿Serían crucificados los hermanos Marx mofándose de las señoras orondas? Cuando un humorista o su cadena (que se sabe cautiva de las campañas hostiles que arrancan de cuajo campañas publicitarias cuando el número de humillados y ofendidos se dispara) piden disculpas a quienes se hayan podido sentir ofendidos están pisoteando la memoria de todos aquellos compañeros que, con mayor o menor talento, con mejor o mayor gracia, no tuvieron pelos en la lengua a la hora de forzar la maquinaria del humor. Caiga quien caiga, pese a quien pese. Y que los tribunales de justicia tomen cartas en el asunto si el patriotismo, o la religión o el famoso de turno quieren romper la baraja. Un humorista que se muerde la lengua es un humorista que no muerde. Bob Dylan dijo del gran Lenny Bruce que "no cometió ningún crimen. Simplemente tuvo el ojo de abrir la boca antes de tiempo". Hoy, el humor prefiere cerrar su bocaza a las moscas cojoneras, no vaya a ser que se la partan.

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