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Millas

Madrid está sucia

Carmena y el cuidado de las calles de la capital

Cuando un monte se quema algo tuyo se quema, y cuando tu alcaldesa se rompe un tobillo, algo de ti se rompe. Es lo que nos ha ocurrido a los que vivimos en Madrid, que Manuela Carmena se cayó en su casa y se fracturó esa delicada articulación. Personalmente, creo que fue al revés: que primero se torció el tobillo y que luego se precipitó contra el parqué. A mí me falla mucho ese juego de huesos y de huesecillos. De hecho, siempre voy atento a la torcedura, porque cuando bajo la guardia me doy de bruces contra el suelo. Tiendo a pensar que hay algo simbólico en esa debilidad de la zona más extrema de las extremidades. Me caigo más cuando estoy deprimido que cuando estoy alegre, aunque las alegrías excesivas también suelen ser frenadas en seco por accidentes de este tipo.

De modo que salgo a comprar el periódico y voy pensado en Manuela Carmena para evitar ser víctima yo mismo de una torcedura. Las calles de mi barrio están llenas de pequeñas grietas que son trampas para el empeine. Si esa zona del zapato entra ahí, el esguince está prácticamente asegurado. El cuidado de las calles es responsabilidad de Carmena, pero no sé si llega a todas, me temo que no. Ayer mismo, delante de mí, una anciana resbaló al pisar una hoja húmeda, porque en mi barrio hay muchos árboles y las aceras están forradas de las hojas caídas durante el otoño, y eso que ya estamos en invierno. La de la limpieza de las calles es una asignatura pendiente de Carmena, pero no sé si ella lo sabe.

Manuela Carmen nos cae muy bien porque esa es su condición, la de caer bien. También nos cae bien la embajadora de Polonia, con la que se la compara, aunque ignoramos si los polacos están contentos con su gestión. Personalmente, distingo una ciudad limpia de una ciudad sucia al primer golpe de vista. Se ve enseguida, lo mismo que distingues una casa ordenada de un piso de estudiantes. Madrid está sucio, o sucia, según. Vengan ustedes, los de fuera, y lo comprobarán. Los que vivimos en Madrid fingimos que la cosa no tiene arreglo para no disgustar a Carmena. Pero la política también es esto, ¿no?, tener limpias las aceras. Hay algo simbólico en la caída de la alcaldesa. A ver si ahora, con el descanso obligatorio, se da cuenta.

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