Muchas veces se echa en cara a los intelectuales su falta de compromiso político, su permanencia en torres de marfil, al resguardo de las siete llaves de una supuesta superioridad moral que ni ejecutan ni comparten. Se da mucho en este país, donde la intelectualidad pasa de puntillas sobre asuntos cruciales.
Existen también personalidades reconocidas del mundo de la cultura que, en ocasiones, orinan fuera del tiesto cuando se meten de bruces en berenjenales que desconocen, de manera que acaban pisoteando las flores de la verdad, cuyo fruto sustenta el Estado de derecho. Es el caso del célebre artista y activista chino Ai Weiwei, que ha visitado a los encarcelados por el "procés" en la prisión de Lledoners para manifestar su apoyo a los independentistas, en prisión provisional.
Weiwei, que ha sido perseguido por las autoridades de su país a causa de su crítica feroz a la ausencia de libertad de expresión y al pisoteo de los derechos humanos por parte de un régimen totalitario como el chino, cae en el error de comparar la situación de los presos del catalanismo con la de miles de disidentes en el gigante asiático. Se puede cuestionar si el permanecer más de un año en prisión preventiva no es tiempo ya más que suficiente, a la espera de juicio; pero no existe comparación entre un régimen político y otro. En China, por ejemplo, la separación de poderes no existe. En España, la decisión inicial de un juez en este caso ha sido avalada después por el Supremo y el Constitucional.
Para conseguir el aplauso de los independentistas, Weiwei, que con tanta vehemencia denunció en su país el nacionalismo, se ha sacado de la manga un cuento chino. Lo que pasa en España con el escabroso asunto catalán no tiene nada que ver con Siria, Palestina o la frontera de México.
