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Tímidos signos de auge en Cuba

La pequeña evolución de la economía de la isla sesenta años después

Cuando se cumplen sesenta años de la Revolución cubana en enero de 2019, o, dicho de otro modo, la derrota de Fulgencio Batista, que gobernó la isla desde 1952 a 1958, todo el mundo parece esperar un cambio sustancial en la línea política del régimen instaurado por los hermanos Castro tras una guerra fratricida, que culminó con la entrada de Fidel Castro Ruz (Birán, Cuba 1926?La Habana, 2016) en La Habana el 8 de enero de 1959, después de bajar de Sierra Maestra, aunque el día uno ya había entrado el comandante Eloy Gutiérrez Menoyo (Madrid, 1935?La Habana, 2012) que dirigía el Segundo Frente Nacional del Escambray.

A lo largo de tan extenso período monolítico, como la piedra que aloja las cenizas de Fidel en el cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba con una sola inscripción: Fidel, que ya denota la simbología que aglutina ese nombre que ha trascendido más allá de su propia realidad personal, geográfica e histórica, no se han producido cambios significativos en lo político ni en lo social. El primer viaje al extranjero de Fidel fue a Argentina, en mayo de 1959, donde dijo: "nosotros estamos sinceramente preocupados de que nuestros países vayan a caer en una dictadura de izquierda". Al poco de llegar a Buenos Aires la comitiva cubana, arribó un emisario desde Cuba para comunicarle a Fidel que "El Che" y su hermano Raúl estaban regalando tierras al pueblo. Fidel montó en cólera: "¿Quién les dio permiso? A ese lo fusilo y a mi hermano también". Así lo contó el periodista y escritor Guillermo Cabrera Infante en uno de sus libros, que había ido como enviado especial del diario "Revolución", del que era subdirector, luego reconvertido en "El Granma", órgano del Partido Comunista de Cuba, que luego rompió con el régimen y tuvo que exiliarse en Europa.

Tanto el talante y el talento no engañan. Dan la medida de cómo funcionan las personas. En mi novela "Todo fue en La Habana" definí el "efecto Fidel" como una parálisis transitoria de la gente ante su presencia. Sesenta años después, no sólo pervive ese efecto a pesar de la desaparición física del personaje, sino que se ha trasformado en todos estos lustros en una resignación riente, en una actitud de mofa de lo propio que no sienten como tal. Como dijo recientemente Álvaro Vargas Llosa (hijo del Nobel) refiriéndose a Cuba: "la población exhibe una apatía cívica". Un dejar hacer a ver qué puede pasar.

Hay grupos dispersos que hacen una resistencia más simbólica que eficaz. Aunque es cierto que balbucean lo poco que les deja el sistema pidiendo democracia y libertad entre empujones, operativos policiales (detenciones en la calle), arrestos caprichosos, registros sin permiso y condenas sólo justificadas por un régimen especial, no acaba de cuajar un empuje común. Son personas y organizaciones faltas de generosidad para concitar una cabeza visible, y renunciar a las propias aspiraciones, que encauce una fuerza opositora coherente. El régimen está vaporizando poco a podo a la disidencia importante, unas veces de modo causal, otras provocadas: Laura Pollán (1948?2011), que fuera presidente de las Damas de Blanco, falleció a causa de unas fiebres por dengue. Oswaldo Payá (1952?2012), promotor del Movimiento Cristiano de Liberación y del Proyecto Varela, que reunió 20.000 firmas para modificar la Constitución, premio Sajarov a los Derechos Humano del Parlamento Europeo 2002, candidato al Nobel de la Paz 2011, que falleció en un truculento accidente de coche conducido por aquel medio imberbe del PP Ángel Carromero. Labor continuada ahora por su hija, Rosa María Payá (La Habana, 1989), con la iniciativa Cuba Decide, exiliada en Miami con su madre, Ofelia. Yoani Sánchez (La Habana, 1975) periodista de larga trayectoria, premio Ortega y Gasset 2008, directora del diario "14ymedio". Guillermo Fariñas, debilitado por tanta huelga de hambre. Manuel Cuesta Murúa (La Habana, 1962), licenciado en Historia., promotor del manifiesto "Cuba en plural", crítico con la reciente reforma constitucional.

La llegada del nuevo Presidente del Consejo de Estado y de Gobierno, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, generó en los más optimistas algunas esperanzas de cambios políticos. Que al cabo no se produjeron, por lo menos hasta ahora. Otra cosa es que se estén abriendo algunas ventanas hacia aires de inversión nuevos.

Cuba ha pasado de la época de posrevolución con Ernesto Guevara "El Che" (Rosario, Argentina 1928-Bolivia, 1967) ostentando altos cargos en áreas económicas que nunca dominó, más empeñado en extender la lucha armada a todo el tercer mundo, que en orientar el país hacia el progreso, que desmanteló (primer objetivo de la Revolución) toda la estructura empresarial: técnica, financiera, de fabricación existente, en vez de reconvertirla para aprovecharla dentro de la revolución. Si al principio quería lo que nunca consiguió ser, eficaz y resolutivo, al final convirtió el sistema en la apología de la miseria y el silencio. Un "Che" más amante de los corticoides para el asma, de los cigarros puros para lo contrario y de la guerra para satisfacer su ego mercenario sin límite geográfico.

Una economía que ahora se traduce en una absoluta incapacidad para dejar una moneda única de las dos que conviven, como ya lleva recomendando y ordenando Raúl Castro hasta el último día de su mandato y desde hace años. Por un lado el peso cubano, en el que cobran los naturales, y el peso convertible o CUC, equivalente al dólar y que cuesta 26 pesos cubanos, CUP o moneda nacional. Un CUC que lleva 24 años de existencia, y que apareció para combatir el período especial tras la caída del Muro de Berlín y la fragmentación de la URSS y, en consecuencia, la pérdida del apoyo económico de la Unión Soviética.

Con la aparición de los cuentapropistas (los autónomos en España) se elevó la capacidad económica de mucha gente, que empezó a tener un cierto nivel de vida, siempre controlado por el sistema, superando en ingresos mensuales al salario medio nacional de 20 dólares, algo no demasiado difícil. Con los paladares, ocurrió algo semejante. Eran casas particulares que cocinaban para turistas en plan casero. Pero se transformaron en restaurantes de cinco tenedores, algunos regentados por familias en el poder o emprendedores con suerte. Espléndidos locales de profusa decoración y largas historias familiares, con precios entre 30 y 70 dólares persona.

El turismo ha pasado de dos millones hace unos años a los cinco que anuncian para 2019. Las inversiones extranjeras han aumentado, con España a la cabeza, cuya empresa Iberostar, inauguró el Hotel Iberostar Grand Packard de cinco estrellas hace sólo tres meses en plena Paseo de José Martí. De 260 a 1.500 euros la habitación doble por noche. La cadena hotelera estadounidense Marriot gestionará a partir de 2019 el simbólico Hotel Inglaterra, situado en pleno Parque Central, inaugurado en 1875 en un edificio Patrimonio Cultural de la Humanidad. Donde se alojó Winston Churchill en 1895 como corresponsal de guerra.

Por otro lado, la cónsul de Cuba para Asturias, Galicia y Cantabria, Yahima Martínez, estuvo hace unos días en el Ayuntamiento de Gijón. Y el embajador de Cuba en España, Gustavo Machín, en Oviedo. Hay un despliegue de diplomáticos cubanos por distintos países en busca de inversores. Las empresas foráneas necesitan estabilidad política. Y el gobierno de la isla tiene que hacer equilibrios para ofrecer tranquilidad, contener a la disidencia, aunque sea débil, aplacar las acusaciones de dictadura de diversos grupos políticos en los foros internacionales, que pueden espantar al capital y resignarse a la devolución de miles de médicos desde algunos países que significa una gran merma de ingresos para el Estado.

A pesar de la oferta de Internet a precios más asequibles y en más zonas del país, que ha favorecido una comunicación más fluida de una parte de la población con el exterior, sesenta años son muchos para una evolución tan pequeña. Con esas aperturas económicas, Cuba tal vez quiera imitar a China, su homólogo político, un país que se enfrenta a los EE UU sin complejos, manteniendo su partido único y su pena de muerte, pero con un crecimiento superior en mucho al de la Unión Europea. Cuba disfruta, o soporta, los mismos parámetros políticos que el país asiático, pero con un crecimiento de sólo el uno por ciento en 2018, aunque le salva la magia que el país desprende envuelta en sueño y enlazada con sorpresa por cada esquina de sus poros que embelesan al turista y empujan levemente su balanza de pagos.

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