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Reivindicaciones ultras

La postura de Vox con respecto a los derechos de las mujeres

Algunos encuentran curioso que la ultraderecha que ha llegado al parlamento andaluz y prepara su desembarco en la próxima primavera en el resto de España haya elegido como leiv motiv no a los inmigrantes, sino a los derechos de las mujeres, básicamente, al derecho de no ser violadas, asesinadas, humilladas, perseguidas o insultadas. Ah y, por supuesto, la ardiente denuncia contra las feministas, y en especial contra las millares de feministas que se han hecho multimillonarias gracias a las subvenciones que conceden a sus organizaciones y colectivos las administraciones públicas en las garras de la izquierda, feminazis criminales cuya principal ocupación es atropellar sobre sus jaguars a los hombres injustamente denunciados. Creo que es por tres motivos: a) es un asunto particularmente querido y valorado por los aficionados al Soberano, por los devotos de la memoria de la mejor mujer del mundo, es decir, su madre, y por los defensores de la familia de toda la vida, modelo Alcántara, que constituyen el grueso de sus votantes; b) es un asunto en el que tal vez el PP -y en la sombra negociadora, Ciudadanos- podrían transigir haciendo un pequeño gesto normativo, en fin, anunciando una futura ley para poner a las quejicosas violadas en su sitio ad calendas graecas; y c) por algún lado hay que empezar para llegar más o menos rápidamente a los moros y sudacas, a la expulsión de sudacas y moros, se entiende, que es una cosa de más enjundia y (suponen estos genios tan españoles insobornables) de mayor complejidad política y administrativa.

Pablo Casado puede practicar todas las maniobras contorsionistas que se le antojen, demostrando que sus articulaciones ideológicas son de una elasticidad ilimitada. Alguien debería decirle que la táctica de pintarse la camisa de color pardo y empezar a vociferar estupideces parafascistas no suele servir de nada a los partidos conservadores. En las últimas horas el PP -como antes Ciudadanos- ha empezado a reconsiderar su posición, y Núñez Feijoo, desde Galicia, le ha afeado indirectamente la conducta retórica al joven presidente. Y es que existe un amplio consenso en España que comparte que la violencia machista es una lacra social que debe ser combatida. Un consenso que convive -eso sí- con la vigorosa supervivencia de atavismos machistas y de una cultura de la violación que no queremos ver porque -seamos sinceros- nos devuelve una imagen repugnante en el espejo. Hay algo ruin y, sobre todo, estúpido en recordar una y otra vez, cuando es asesinada o violada una mujer en España, que las estadísticas indican que es uno de los países con menor tasa de violaciones de Europa occidental. Solo es asesinada una mujer cada cuatro días, solo son violadas varias mujeres cada veinticuatro horas. No es para tanto. No es para tanto es, precisamente, el título de un libro de una estupenda escritora y alma feminista, Roxana Gay, que reúne una colección de textos (emocionantes, aterradores, melancólicos, repulsivos, indignantes) donde mujeres de toda condición profesional y de todos los ámbitos sociales de los Estados Unidos, y no solo Estados Unidos, cuentan su experiencia: cómo fueron golpeadas, torturadas, insultadas y violadas. Su agonía, su miedo, su devastación interior. No, no son excepciones. Es dolor en carne viva tan frecuente como el cielo azul del verano o la llovizna en invierno. Una carne machacada, marchita y, hasta hace muy poco, silenciosa.

Entre los relatos que más me impresionaron está el caso de una estudiante universitaria que ama a un chico (estrella del fútbol en el campus) y que durante todo un curso es violada por él casi cada noche. Para ella era un ritual espantoso lleno de humillación y dolor, pero tardó en descubrir que la violaron una y otra vez sin piedad y a menudo con una violencia salvaje. No lo reconocía. No podría reconocerlo ¿Cómo iba a estar violándola, si ella lo amaba? Cuántas historias, cuánto sufrimiento y vileza y cuánto horror atravesado en cada instante de nuestras vidas cotidianas.

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