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Antropólogo, profesor-tutor de la UNED

Cuestión de patrimonialidad

Las razones por las que la sidra es cultura

En próximo mes de febrero se cumplirán diez años desde que en las páginas de este diario se nos diese a conocer la noticia de que los llagareros asturianos habían decidido impulsar la candidatura de nuestra "bebida regional" para que llegase a ser inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad instituida por la Unesco. El titular de esa noticia se expresaba con el siguiente interrogante: "La sidra asturiana, ¿patrimonio de la humanidad?" Hoy la pregunta, pasados esos diez años, sigue siendo pertinente, al menos en lo que respecta a su reconocimiento extensivo como representativo de toda la humanidad. Pero ¿qué tiene la sidra de cultural y por qué esa atribución de patrimonialidad?

Cabe entender la sidra, primeramente, como un bien de consumo, tanto para uso doméstico como mercantil, que es el resultado o producto de un proceso integrado de saberes y prácticas que va desde la obtención de las materias primas, las manzanas de sidra, hasta el acto de consumo. Ese proceso, tan estructurado como complejo que va "desde la pumarada hasta el vasu", es dónde radica, desde una perspectiva antropológica, la "cultura de la sidra". Expresión esta última que denota el proceso (la cultura en acción) y connota su resultado (la sidra como producto de la acción).

La atribución de patrimonialidad a ese proceso, a la "cultura sidrera asturiana", encierra sin embargo una explicación que por sencilla resulta a veces difícil de captar. No a todas las cosas que somos capaces de producir los humanos en nuestra vida cotidiana les atribuimos la cualidad de patrimonio cultural, aunque todas ellas sean producto de procesos de cultura.

Sólo algunos de los elementos de la cultura resultan seleccionados y activados por alguna colectividad humana, en su caso la nuestra, para mostrarlos como sus emblemas de manera que sirvan para representarlas ante los demás y para autorrepresentarse, también, a sí mismas. Son modos de autocontemplarse, y a la vez de mostrarse ante el mundo, identificándose con alguno de esos elementos de la cultura, lo que no es infrecuente que suceda con los "productos de la tierra", objetos de prácticas alimentarias, como es el caso de nuestra sidra, a las que subyacen la formación y el refuerzo de vínculos sociales que confieren pertenencia y continuidad al grupo.

A estos procesos, en los que básicamente añadimos nuevos significados y valor a determinados elementos de la cultura, los denominamos procesos de patrimonialización que se caracterizan por su modernidad y por mostrar la diversidad cultural de las sociedades humanas. Esto último es lo que desde la Unesco se pretende exponer y celebrar más allá de conferir notoriedad a los elementos que "consiguen" inscribirse en su Lista Representativa.

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