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Joaquín Rábago

¿Embajador o gobernador colonial en Europa?

El representante de los Estados Unidos en Berlín

El embajador de Estados Unidos en Berlín no parece saber lo que son los usos diplomáticos y se comporta algo así como un gobernador colonial en Europa. Como si Alemania fuera Guatemala -con perdón de los guatemaltecos-, el embajador Richard Grenell no ha vacilado en amenazar con sanciones a las empresas europeas que desoigan a Washington. Primero amenazó a las que osaran seguir operando en Irán, país al que Washington, en abierto desacuerdo con sus aliados europeos y en clara complicidad con el Estado judío, trata de desestabilizar por todos los medios. Y no contento con eso, acaba de extender sus amenazas a las empresas europeas que participen en la construcción del gasoducto Nordstream 2 entre Rusia y Alemania y en el que Washington ve una clara competencia para el gas licuado que EEUU quiere exportar masivamente a Europa.

Ese gasoducto es objeto de críticas por parte de algunos países del Este de Europa como Polonia y Ucrania, que por motivos tanto históricos como ideológicos desconfían de Rusia y quieren seguir bajo el manto protector de EEUU. Estados Unidos justifica su oposición al nuevo gasoducto del Báltico con el argumento de que aumentaría la dependencia europea de los suministros energéticos de Rusia aunque pesan al mismo tiempo otros argumentos mucho más prosaicos como son los puramente comerciales. Resulta en cualquier caso tan chocante como intolerable que el embajador de un país supuestamente aliado se confunda de papel y se dedique a amenazar a empresas alemanas y europeas en general con argumentos propios de la Guerra Fría.

Al poco tiempo de ser nombrado para tan importante puesto, el embajador Grenell expresó su deseo de ayudar al crecimiento de los nacionalismos populistas en la vieja Europa, inmiscuyéndose claramente en los asuntos internos de los europeos. Grenell, que fue comentarista de Fox News, la cadena favorita del presidente Donald Trump, no ha vacilado, por ejemplo, en criticar a la canciller federal Angela Merkel por su gestión de la crisis de los refugiados y en alabar en cambio a gobiernos anti-inmigración como el austriaco o el italiano.

Como el hombre que le nombró para el cargo, Grenell es, según quienes le han tratado, un narcisista incapaz de aguantar las críticas y que demuestra como Donald Trump una enorme inseguridad. No es de extrañar que, como asegura el semanario "Der Spiegel", muchos en el Gobierno alemán parezcan considerarle mientras tanto persona non grata y traten de evitarle todo lo posible. Y uno se pregunta si ese embajador metomentodo no habría sido declarado ya hace tiempo persona non grata en Berlín si en lugar de norteamericano fuese, por ejemplo, el hombre del Kremlin.

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