Se va el artífice de una ópera accesible, que en Oviedo ha pasado de ser sólo para unos pocos a constituir una verdadera institución, con una cuarta función y los "Viernes de Ópera", con entradas más económicas y con oportunidades para artistas jóvenes, muchos españoles.
La posibilidad de programar la tetralogía wagneriana ha sido otro proyecto colosal que Menéndez ha sabido liderar, aun a pesar de que las características físicas del Campoamor han jugado siempre en su contra.
No todo ha sido un camino de rosas. Recuerdo cuando realicé mi periodo de prácticas en la Ópera de Oviedo y la crisis acechaba; la sombra de volver a tres funciones de abono parecía la única forma de sortear el vendaval, pero, al final, la ópera consiguió sobrevivir.
En el terreno artístico, su dirección destaca por el balance entre proyectos arriesgados, como "Fuenteovejuna", sin descuidar el repertorio más clásico y rentable de Verdi, Rossini o Puccini. La renovación escénica de la temporada ovetense ha sido también otra de sus grandes apuestas, aunque el público no siempre las ha aceptado.
