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De cabeza

El diente de oro

Sobre la irrupción de Bárcenas en el equipo azul y la huella de Dely Valdés en los noventa

Cuando Bárcenas vio el balón botando antes de darle un zurriagazo, el destello ancestral de un diente de oro brilló por todo el estadio. Un futbolista sabe que cuando la pelota sale mullida por el césped es más fácil que responda a sus deseos. La visión del juego como un intercambio de misiles aéreos contradice la importancia que tiene la tierra para quien aprende a manejar sus pies con la precisión de las manos.

El diente de oro emitió un destello que era el reflejo de la memoria: Julio César Dely Valdés llegó a Oviedo desde París, pero su lugar de nacimiento es Panamá, el mismo que el del volante del Oviedo y el de Rubén Blades, autor de la inmortal canción "Pedro Navaja", la historia de un tipo que intimidaba a la calle sólo con su tumbao hasta que la vida le dio una sorpresa como sentencia su estribillo.

Yo recordé la canción cuando Dely se presentó en el viejo Tartiere y esbozó la primera sonrisa de alguien con tendencia a sonreír. Como si fuera un homenaje a su paisano cantor, en la dentadura del delantero brillaba el diente de Pedro Navaja. Para un tipo como yo, con inclinación a fabular, la conexión panameña suponía la promesa de un buen relato.

Muchos años después, el pasado verano más en concreto, se enfundó por primera vez la camiseta azul Édgar Yoel Bárcenas Herrera, apodado El Mago Bárcenas. Quienes acumulan en su bagaje oviedista un buen montón de años suspiraron diciéndose a sí mismos: "Con que sea la mitad de bueno que Dely ya nos vale". No entraremos en comparaciones porque las comparaciones ya se sabe... Además, sus características de juego son bien distintas: Dely era un hombre de área, Bárcenas disfruta con la velocidad y los grandes espacios. Pero el gol todo lo iguala, es una justicia universal. Así que, más allá de su oficio y de su país de nacimiento, cuando Bárcenas marcó su golazo contra el Tenerife evocó aquellas tardes en que su paisano alegraba Buenavista con su particular tumbao.

Unos segundos antes del gol, un chico a mi lado encendía la linterna de su móvil para saludar a un conocido que estaba en otra grada. El gesto tuvo algo de premonición retrospectiva: un 20 de diciembre de 1998, el Oviedo de Fernando Vázquez ganó uno a cero al Madrid de Gus Hiddink. El gol lo marcó Dely Valdés y lo celebró dirigiéndose hasta el banquillo a pedirle al masajista su móvil y simular que hablaba por teléfono. Aunque los sofisticados smartphones de hoy en día poco tengan que ver con los dinosaurios inalámbricos de 1998, a partir de ahora, si Bárcenas enfoca la portería y alguien agita un teléfono, habrá que estar preparados. Incluso le recomendaría que se hiciese con un diente de oro, aunque sea de pega. Ya lo dice la canción: "La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios...".

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