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Los bebés del "boom" se jubilan

Las dudas sobre el sistema público de pensiones

Los críos del "baby boom", ahora sesentones, empezarán a jubilarse muy pronto en masa, lo que amenaza con otro "boom" que reviente la caja de la Seguridad Social, según los más aprensivos. Cosas de ser un país de extremos, que pasa de parir masivamente a arrojar las más bajas tasas de natalidad de Europa.

A la explosión de nacimientos, como a todas las cosas serias, la hemos bautizado en España con el nombre inglés de "baby boom". Aquí llegó con diez años de retraso, pero lo hizo con fuerza. Entre principios de los sesenta y finales de los setenta nació la generación así llamada, que ahora anda en vísperas de pillar el retiro. Alguna de sus levas aportará hasta medio millón de nuevos pensionistas cuando le toque el turno (que, para entonces, igual se ha retrasado ya hasta los 70 años de edad o por ahí).

Temen los agoreros de plantilla que la jubilación en sucesivas quintas anuales de los "baby-boomers" sea un torpedo -explosivo- sobre la línea de flotación de las pensiones. Tanto es así que el Gobierno de Sánchez planea medidas adicionales a las adoptadas por el de Rajoy y los anteriores para demorar el acceso al retiro. Todo esto hace creer a la minoría de jóvenes todavía existente que apenas quedará nada que rebañar en la caja cuando, en un futuro lejano, les corresponda cobrar algo para la vejez.

Tampoco hay que tomarse el asunto por la tremenda. Nadie sabe cómo va a ser el futuro, para empezar. La naturaleza siente horror al vacío y, por tanto, no es improbable que la falta de cotizantes autóctonos se compense con la de quienes vienen de fuera a ganarse la vida. Ya está ocurriendo en otros países desarrollados de Europa y, aun con el retraso reglamentario, se supone que lo mismo sucederá aquí. Al boom de nacimientos le seguirá, además, por ley de vida y muerte, el de defunciones. Por mucho que se alargue la existencia -y en España se estira muchísimo-, los pensionistas irán aliviando, muy a su pesar, las cuentas de la Seguridad Social a medida que dejen de cobrar de esa caja para entrar en otra de madera.

Conscientes de ello, los gobernantes, que son profesionales de mirada a corto plazo, no dudan siquiera en lamentar que la gente viva tanto, con el consiguiente perjuicio para las arcas del país. El ministro de Economía de Japón, Taro Aso, por ejemplo, llegó al extremo de urgir a los ancianos nipones a que se muriesen lo antes posible en bien del Estado.

En realidad, Aso, que calza 78 años y no predica con el ejemplo, se limitaba a asumir las advertencias del FMI. Ese alto organismo, dirigido a menudo por sádicos, alertó del "riesgo" de que los Estados no puedan afrontar el gasto en pensiones si los ciudadanos se empeñan en seguir muriendo más tarde de lo aconsejable. No es que abogase por una matanza selectiva, pero casi.

Siquiera sea para consuelo de los inminentes jubilados (y de los que vengan detrás), no sobrará recordar que el ejército de pensionistas lo es también de votantes: y esas son palabras mayores para cualquier político al mando. Aunque de menor cuantía, las pensiones serán lo último que deje de abonar cualquier gobierno, por muchas telarañas que acumule el Tesoro público. Igual el nuevo "boom" de jubilados que trae el "baby boom" no va a ser tan explosivo como parece, salvo por el riesgo -este sí cierto- de que les hagan currar hasta los ochenta.

Ya se sabe que es malo llegar a viejo, pero la alternativa resulta todavía peor.

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