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La casa común no es de todos

La importancia política de tener las llaves de la puerta principal

Agitado fin de semana para los profesionales de la política, incluyendo también entre ellos a politólogos, sociólogos, comunicólogos y encuestólogos (si es que esta última especialidad mereciese el palabro que acabó de inventarme). De una parte tuvimos la convención anual del PP, en la que la nueva dirección aprovechó la convocatoria para que el "chico de Aznar" diese por agotada la línea más moderada de Rajoy para adoptar de nuevo las recetas ultraliberales y ultraespañolas de la factoría Faes. Y de otra, el sorprendente anuncio de Errejón de su pacto con Manuela Carmena para concurrir a las elecciones a la comunidad autónoma de Madrid aprovechando el tirón electoral de la veterana alcaldesa madrileña. Un anuncio que muchos analistas interpretan como el principio del fin de Podemos como fuerza decisiva a la izquierda del PSOE, un partido al que en momentos de euforia aspiró a sobrepasar (no olvidemos que en las últimas elecciones generales con sus siglas o en compañía de otros cosechó cinco millones de votos).

Por lo que respecta a la convención del PP, fue perceptible para todos los asistentes la mala sintonía entre los dos últimos presidentes de Gobierno de los populares. Evitaron coincidir juntos en el escenario, no se citaron por su nombre y se aludieron indirectamente. Rajoy para abominar de sectarismos y Aznar para ponderar la necesidad de que la unión de la derecha española se produzca en torno al PP. "Nacimos para integrar -dijo-, abramos aún más las puertas de esta casa común". Una proclama clarificadora después de haber flirteado con Ciudadanos y con Vox, quizá con la única intención de molestar al político de Pontevedra, que no fue el dócil albacea que él imaginaba cuando lo escogió para sucederlo en la presidencia del partido y en la candidatura a la Presidencia del Gobierno.

Curiosamente, la invocación que hizo Aznar a la "casa común" de la derecha va en paralelo a lo que dice querer Errejón para dar cobijo a la izquierda con su sorpresivo pacto con Manuela Carmena. " Se trata de ampliar la base electoral con personas afines, estén o no afiliadas al partido", explicó. La expresión "casa común" fue muy utilizada hace años y algunos se la atribuyen a Enrique Curiel, el político vigués ya fallecido, que se habría inspirado, a su vez, en el dirigente italiano Enrico Berlinguer cuando fue vicesecretario general del PCE con Gerardo Iglesias de secretario general. Más tarde abandonaría el partido por diferencias con Julio Anguita y acabó afiliándose al PSOE, con el que fue diputado y senador antes de morir a los 63 años de edad.

Sea lo que fuere la "casa común", según la imaginan los unos y los otros, lo cierto es que lo importante tanto en el negocio inmobiliario como en el político es quién tiene las llaves de la puerta principal y por tanto quién decide quién entra y quién sale del edificio sin que lo acusen de "okupa". De momento, en el PP es el señor Casado, y en Podemos, el señor Iglesias, aunque cada vez hay más intentos de cambiarle la cerradura. Al comentar la mala relación de quienes fueron íntimos amigos en su día, muchos comentaristas se acordaron de Felipe González y de Alfonso Guerra.

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