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Reservado el derecho de admisión

El intolerable atropello a los 45 aficionados oviedistas que no pudieron entrar el campo en Almendralejo

En pleno 2019, con 42 años de democracia a la espalda, un club de fútbol parece tener el derecho de prohibir la entrada a un estadio al aficionado que le venga en gana. Y sin que tenga que dar ninguna justificación. Porque sí. Ni Constitución, ni libre mercado, ni libertad para acceder a un espectáculo público (previo pago) que valgan. Te aguantas. Y calladito. ¿Alguien se imagina algo parecido en un teatro, un bar o un cine? Pues en los recintos deportivos del juego más popular del país sucede. Y no pasa nada; ya se ve incluso normal. Pasó anteayer en Almendralejo (Badajoz), cuando alrededor de medio centenar de oviedistas tuvieron que seguir el Extremadura-Oviedo en un bar cercano al estadio Francisco de la Hera después de recorrerse más de 600 kilómetros un domingo en pleno mes de enero ¿El motivo que les dieron? Ninguno. Un responsable del club extremeño se negó a dejarles pasar y no hay más que hablar. La intrahistoria de un escándalo mayúsculo, el enésimo, es así.

Un aficionado visitante no puede, a menudo, acudir a un estadio y comprar una entrada en la taquilla. Esa es la primera anomalía. Debe estar en un listado, que recibe también La Liga, en el que figuran sus datos personales. "Fichado" de antemano, por si acaso, como en el franquismo. Aunque seas un ciudadano ejemplar y no hayas roto un plato ni en el instituto. Todos bien contados y bien guardaditos. Y si te parece mal te quedas en casa y lo ves por televisión. Es el primer paso de la que, dicen, es la mejor Liga del mundo. Luego ya, si entras o no al campo, es cosa del club de turno. El Extremadura, que por cierto puso las entradas visitantes cinco euros más caras (20 euros) que lo que costaban en Oviedo en la ida, recibió el listado de los aficionados por parte del club azul entre semana. Pero cuando llegaron a las taquillas, carnés en mano, los integrantes de varias peñas azules (Luismi, Salas, Pumarín, La Colonia y Symmachiarii), ni rastro del necesario papelito.

La responsabilidad empezaba a volar de ventanilla en ventanilla (escena del "Vuelva usted mañana" de Larra) mientras Joselu metía el primer gol del Oviedo. Como hoy en día todo lo controla un móvil, ningún problema, dijeron los oviedistas, reenviamos el listado. Pero ni con esas. Las primeras excusas tuvieron poco peso: "Es que alguno va borracho" o "hubo incidentes en el pueblo antes del partido" (mentira, incluso el dueño del bar California, en una céntrica plaza de Almendralejo, les regaló 5 botellas de champán a varios aficionados azules en la previa, con el exjugador Curro entre ellos). Al final, no hizo falta ni mentir. "No entra nadie más. Y punto", dijo un responsable del Extremadura en las taquillas. Por último, a un bar, donde de momento no es necesario enseñar el carné para entrar, con 8.000 personas en el estadio y 3.000 localidades por llenar. Y faltaba el viaje de vuelta. No se oyeron lamentos de Tebas, como cuando se inventó un relato paralelo de los incidentes previos a un derbi asturiano sin participación de aficionados oviedistas. En Singapur estarán contentos.

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