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Sol y sombra

Un triste lunes de enero

Flaubert advirtió que la tristeza es un vicio y que hay que tener cuidado con ella. Según la ecuación de un profesor de Gales, ayer, tercer lunes de enero, fue el día más triste del año. Pero el año está lleno de ellos porque los bajos estados de ánimo dependen de circunstancias que no siempre tienen que ver con el bolsillo, el invierno y los cielos grises.

Los once meses que siguen al famoso Blue Monday producen aflicciones involuntarias y voluntarias: la tristeza también se pude adquirir. "No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo", escribió Fernando Pessoa, el más solemne de los tristes. El taciturno está asociado a la tristeza. Pessoa era un introvertido que hurgaba en la melancolía para alimentar su gran sueño poético.

La tristeza se sustenta en que la felicidad no es más que un espejismo. Robert Johnson, que hizo un pacto con el diablo en un cruce de caminos, creía haberla encontrado después de una vida adolescente cargada de penurias cuando la joven de 16 años con la que se casó, Virginia Travis, murió junto a su bebé durante el parto en 1930. A partir de ese momento se dedicó a viajar como los espíritus errantes y se refugió en el blues, que es una de las expresiones más felices de la tristeza.

En el lunes más triste del año volví a escuchar a Johnson en "Cross Road" y comí unos calamares en su tinta, el plato más negro que existe, para exorcizar penas. Pensé en la amargura de los padres de Julen, el niño de Málaga que cayó al pozo, para confirmar que la desdicha nunca llega a cansarse y que el ser humano es la suma de ellas. Considerado así, un lunes tristísimo.

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