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Archivera bibliotecaria de la Junta General del Principado

El final del reino negro

Del carbón al sin carbón, 230 años, de ayer a hoy

Acontecía la última década del "luminoso" siglo XVIII y llevaba tiempo la Junta General del Principado de Asturias debatiendo qué futuro tendría la región si se dieran las circunstancias favorables para explotar el "carbón de piedra" tan abundante en estos parajes y que tanto podría contribuir al progreso. La periférica y orgullosa tierra "origen del reino" había adquirido en aquella centuria una cierta relevancia en la corte gracias al buen hacer de gentes como Campillo y Cossío, Campomanes o Jovellanos por citar solo unos pocos, a la vez que desde aquí brillaba la inteligencia del padre Benito Feijoo. Pero nada de todo eso era suficiente para sacar de la marginalidad y el ostracismo a Asturias. La Sociedad Económica de Amigos del País clamaba, amparaba y promovía novedosas iniciativas. Sin embargo, el cambio vendría dado por el impulso de la minería, una actividad muy conocida y practicada desde antiguo por los lugareños de varios concejos como un recurso añadido a su escasa renta agrícola.

Hace 230 años, en 1789, ultimaba Jovellanos, de su retiro temporal en Asturias, un "Informe sobre el beneficio del carbón de piedra y utilidad de su comercio". Resultado de ello se dictaría en diciembre de aquel año una real cédula para el libre beneficio y comercio carbonero. Interesaba el asunto en particular a la marina de guerra y a sus arsenales del Ferrol, La Cavada y Cartagena. Se pretendía un abastecimiento regular menos sujeto a las pequeñas y artesanales explotaciones individuales, poco fiables y productivas. Y Asturias vio en el proyecto un "filón de futuro".

En mayo de 1790 se hace eco la Diputación de la Junta de una instancia del "Secretario de Marina para que [se] franqueen los auxilios que pida y pendan de su arvitrio al señor Don Gaspar de Jovellanos, del Consejo de Órdenes, Comisario para fomentar las minas de carbón de piedra". Antonio Valdés, de ascendencia asturiana y responsable de marina, fue un apoyo básico para las ideas de Jovellanos de promover la explotación carbonífera. Era necesario remover obstáculos diversos: de propiedades, de arreglo de caminos, de organización de las explotaciones, de conocimiento en fin ya que "el laboreo de las minas?, de cuyo ramo deve esperar este suelo asturiano intereses de mucha consideración, exige conocimientos de la arquitectura subterránea, los que, una vez adquiridos, proporcionará la ocupación y subsistencia de muchos individuos que ahora no la tienen". Proponía el ilustrado gijonés la creación de una Escuela de Matemáticas, Física, Química, Mineralogía y Náutica, y enzarzábanse los procuradores en disputas de dónde debía situarse y otras similares acordes a los intereses de los "grupos de intereses locales". Sabemos que finalmente la elección para el Instituto de Náutica y Mineralogía sería Gijón, que por otro lado era entonces el puerto exportador más activo. Avilés reclamaba con insistencia su reparo. Y otros como San Esteban de Pravia o Ribadesella quedaban para otros usos.

En trazos gruesos, aquellos orígenes se vieron interrumpidos por un inicio de siglo XIX bañado en sangre de lo que luego se llamó "guerra de la Independencia", una cruel lucha contra la invasión napoleónica no exenta de una revolución interior que conduciría a la primera Constitución Española de 1812. La inestabilidad política posterior retardó el despegue económico de la minería. Capitales exteriores (ingleses, belgas y franceses) se sumaron a iniciativas nacionales y regionales, en las que se involucraron algunos avezados burgueses y nobles de rancio abolengo, para las explotaciones minerales puestas en marcha en las primeras décadas del XIX, una vez pasada la función de las Reales Minas de Langreo. Se fundaron, trayendo para instruir a los locales mineros ingleses o belgas, la Real Compañía Asturiana de Minas, Minas de Langreo y Siero o Compañía Minera y Metalúrgica de Asturias. Un impulso oficial se dio con la Fábrica de Armas de Trubia desde 1844.

Hubo hitos importantes que no por conocidos hay que obviar. Uno fue la mejora de las comunicaciones para acercar hasta el puerto del Musel los carbones de Langreo y Siero. La carretera carbonera entre Langreo y Gijón, un viejo proyecto jovellanista, fue realizada por el empresario andaluz Alejandro Aguado, marqués de las Marismas, en la cuarta década del siglo XIX, fracasado ya el intento de canalización del río Nalón. Pero los "caminos de hierro" ganaban la partida como medio de transporte rápido y capaz. Se constituyó la Compañía del Ferrocarril de Langreo, inaugurado en 1852 con real presencia.

Fundamental para la industrialización regional y la constitución del binomio minero-siderometalúrgico fue la llegada de dos personalidades cuyas vidas corrieron paralelas en los valles del Nalón y del Caudal. Fueron el riojano Pedro Duro Benito, que en 1857 inició en La Felguera la construcción de la Fábrica de Hierros Duro y Compañía y el francés Numa Gilhou, que fundara sobre firmas anteriores, la Sociedad Hullera y Metalúrgica en 1861, luego conocida como Fábrica de Mieres. Agua, mineral, transporte, unas vegas amplias y ningún obstáculo público, gracias a sus socios y protectores, permitieron levantar la "primera siderurgia" del país en un caso y una gran empresa en otro. Ellos dirigieron sus negocios; tenían casi la misma edad y morirían con poco tiempo de diferencia. Sus restos reposan en los lugares de "sus criaturas": Pedro Duro en la iglesia de La Felguera y Numa Gilhou en su cementerio "protestante" de Ablaña, en Mieres.

Los habitantes de aquellas tierras, transformados en mineros y obreros, fueron arrinconando a los campesinos de antaño. Asturias, las Cuencas mineras, fueron signo de identidad regional. Hombres duros "tiznados de negro", "guajes" de ayuda y mujeres esforzadas carboneras poblaron las villas. Luego de las minas de montaña, entrado el siglo XX, Asturias vio su subsuelo taladrado de galerías profundas de las que salía el negro carbón que alimentaba las fábricas de aquí y las de allá. El agua de los ríos y el aire se ennegrecieron. Un trabajo duro y peligroso alimentó un movimiento obrero reivindicativo imparable y temible, a veces abocado a la revolución. En la autarquía franquista fue un sostén nacional incuestionable. En las minas hubo "castigados" y llegaron inmigrantes. Luego, con los problemas de competencia, se formó Hunosa y desde los años 70 de la pasada centuria las cosas fueron cambiando. Crisis primero, cambio energético ahora, el "final del reino negro" se veía venir. Era la crónica de una muerte anunciada. El pasado diciembre, como si de una inocentada se tratara, se daba fin "oficial". El día 29 se producía "el último relevo en María Luisa", el pozo que se canta en "Santa Bárbara bendita". El carbón, salvo algún testigo, se acaba. Así lo estableció un real decreto días antes "de medidas urgentes para una transición justa de la minería del carbón y el desarrollo sostenible". ¡Justa y sostenible!

Toca dar un paso adelante. Y sobre el pasado encarar el futuro. Recordar las palabras sabias de Jovino que, por haber nacido el "día de Reyes" de 1744, tenía el nombre de los tres (Balthasar Melchor Gaspar María de Jovellanos). Clamaba él advirtiendo:

? "La población es la primera fuente de la riqueza pública? La riqueza? estará en proporción absoluta de los brazos que trabajan".

? "Cuando mis paisanos tengan matemáticos, físicos, químicos, mineralogistas y dibujantes, cuando aprendan a emplear más útilmente los fondos? entonces tendrán fábricas y artefactos, podrán emplear en ellos un doble número de familias y la población y la riqueza crecerán como la espuma".

? "Las escuelas patrióticas y otros establecimientos pertenecientes a la enseñanza del pueblo son asimismo de muy grande utilidad? Convendrá que se promuevan en Asturias los buenos estudios? de aquellas ciencias que se llaman útiles, por lo mucho que contribuyen a la felicidad de los estados".

? "Deben abrirse caminos firmes y cómodos? preparar los caminos públicos, conservarlos en buen estado y construir de nuevo los que la conveniencia reclame".

? "Cuidar nuestros montes y bosques? el estado actual de la agricultura, la extensión y calidad del cultivo, la naturaleza de las tierras, montes, brañas, bosques y valles, las producciones de cada uno de estos terrenos, las de sus ríos y mares".

Y, como remate "para conocer la situación de una provincia no basta haber vivido en ella largo tiempo. Hay muchas gentes que son siempre forasteras en su propio país, porque nunca se aplicaron a conocerle". Pues eso.

[AHA. Fondo Junta General. Actas de la Diputación de 1790; Adaro Ruiz, Luis. "Jovellanos y la minería en Asturias". Gijón: Fundación Foro Jovellanos, 2003; Palacios, Francisco. "Pedro Duro, un capitán de la industria española", 2008]

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