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Catedrático del Departamento de Matemáticas. | Universidad de Oviedo

El problema del obstáculo

La necesidad de incorporar miradas a la realidad desde distintos puntos de vista

Últimamente con el auge de las redes sociales, uno duda hasta dar de baja el móvil, o volverse un antisocial. Son muchos los amigos que te envían mensajes apocalípticos, algunos de dudosa procedencia, que intentan convencernos que el mundo se termina y que cada segundo se derrite un trozo de iceberg. Políticamente en nuestro país hay una tendencia a la idea única, a los profetas, a los caudillos. Por ejemplo, muchos son los paisanos que han decidido votar a Vox para ir en contra de la ley de violencia de género, porque entienden que los hombres estamos discriminados por un sistema que defiende y protege a las mujeres. Yo, la verdad, no entiendo muy bien este tipo de reacciones, que considero un tanto primitivas, si bien en su día expresé mi duda sobre las denuncias falsas, dado que es sencillo entender que en todo problema binario de decisión existe la matriz de confusión, que no suele ser diagonal, es decir, existen los falsos positivos y los falsos negativos. Para mí está claro, como hijo, como marido, y como padre de dos hijas (y un hijo), que una sociedad que no proteja la libertad y la seguridad de de las mujeres, no merece ser denominada como tal. Yo no quiero vivir en ese tipo de engendros. ¿Tan difícil es analizar cuál es la realidad sobre la violencia de género en nuestro país basados en unos datos públicos y estadísticas fiables? ¿De qué estamos hablando? Independientemente del resultado (y quizás nos echásemos las manos a la cabeza) la igualdad entre hombres y mujeres debería ser un axioma, y los axiomas deberían estar ausentes del debate político.

También me llama la atención las posiciones maximalistas, intentando volver a un pasado bipartidista que no refleja la diversidad de nuestra sociedad. Por ejemplo, es un hecho que la mayor parte de los jóvenes universitarios ven a la monarquía como un anacronismo, y que no necesitan caudillos que les marquen los límites del camino que desean recorrer. También es verdad que nunca hemos tenido una juventud tan bien formada e informada como ahora, aunque también existan los ninis. Venía a decir Alberto Marcos Vallaure, catedrático de Geología y ex-rector de la Universidad de Oviedo, recientemente (el día de su homenaje en la Facultad de Geología), que se necesitaban varios ojos para comprender la realidad, y que no sólo hay que mirarse al ombligo, sino a los que pasan a nuestro lado, o a los que consideramos lejanos. Juan Vázquez, gran orador, también lo expresó magistralmente el día de su despedida como rector: "Creo en una universidad de miradas múltiples y de visiones compartidas? En una universidad como espacio de curiosidad intelectual, como ámbito privilegiado del argumento y la conversación, de las palabras ya dichas y de las palabras que están por decir, ?.como lugar de reflexión para escapar del limitado horizonte de lo inmediato?".

¿Cuántos ojos se necesitan para entender un problema? ¿Más de una docena? Me decía el otro día una persona que colabora con la universidad, que estaba seguro que algunos de mis alumnos no sabía lo que era una docena. Esta negatividad, que no admite comentarios, es como la miopía de aquellos que afirman que la violencia de género está sobrevalorada. Un "outlier" (o punto anómalo) no debería cambiar la recta de ajuste que nos permite entender el problema. Digo recta, porque cuando la realidad se entiende adecuadamente, los problemas se simplifican. Para ello hay que cambiar la norma en que se minimizan los errores e ir a criterios más robustos: la norma del valor absoluto, el principio de parsimonia, que aboga por la sencillez, evitando espasmos innecesarios, ni aspavientos hipócritas. Quizás, la manera más sencilla de llegar a la solución, consista en hacer como hacían los filósofos griegos con el problema del obstáculo: iluminar el objeto en diferentes ángulos, captar sus zonas de sombra, para disminuir la ambigüedad: hagamos que la nieve se vea siempre blanca.

Todos somos pues necesarios, y cada cual, solo vemos una parte del rompecabezas. En el consenso está la solución. Así pues se debería invertir en educación, en respeto y empatía. Solo oyendo a aquél que piensa diferente se puede aprender lo genuino. Y si no tienes nada inteligente que decir, el silencio es la mejor solución. Iglesias, Sánchez, Casado, Rivera, Abascal y los pitufos independentistas deberían saberlo y aplicarlo. La sociedad casi siempre está más adelantada que sus políticos. ¡Sólo hay que mirar el caso de Asturias y su diáspora! No hay ninguno prejubilado, y todos saben cuántos huevos hay en una docena. En cualquier caso, no necesitamos ni profetas, ni caudillos. ¡Ni un paso atrás!

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