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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Cajas organizadoras

El éxito del alquiler o venta de trasteros

El éxito creciente del alquiler o venta de trasteros viene de lejos. Comenzó a fraguarse poco antes de la anterior burbuja inmobiliaria y su publicidad, al principio, nos resultó chocante porque se encontraban en la periferia. ¿Qué clase de loco alquilaría un agujero en un barrio al que, para llegar, había que coger un autobús y hacer dos transbordos en el metro? No se le veía la gracia. Pero la publicidad insistía e insistía, y un lunes, de repente, yendo en el coche a Cuenca, vimos un edificio enorme de color azul que era en realidad un templo de trasteros.

Habían triunfado.

Habían triunfado, como tantas cosas, sin que te dieras cuenta de ello, sin que lo vieras venir. No te enteras de nada, imbécil. ¿Cómo no advertiste desde el primer momento que se trataba de un proyecto ganador? Y no solo porque al reducirse el tamaño de las casas había que buscar un desahogo fuera de ellas, sino por la sensación de plenitud que provoca poseer la llave de una puerta secreta que da a un espacio cerrado, de cuatro o cinco metros cuadrados, cuyos centímetros son todos tuyos y en los que puedes guardar hasta las cenizas de mamá, que en casa duelen. ¡Qué gusto, disponer de un agujero que puedes visitar los sábados como un millonario se retira a su yate cuando necesita meditar! Claro que no es lo mismo dar un paseo en yate que vivir unas horas dentro del trastero, pero en algo se parecen, sobre todo si el millonario se pasa la travesía vomitando en su camarote.

El trastero, ahora mismo, es un símbolo de estatus. Y si las cosas se ponen mal, lo que parece previsible, podría constituir el último refugio. Por cierto, que le debemos también a él la moda de las llamadas "cajas organizadoras". Son grandes, de plástico semitransparente, y, al contrario de las cajas de cartón que se venían utilizando hasta ahora, no se deforman. Protegen, además, de la humedad y permiten ver, sin necesidad de abrirlas, si lo que hay dentro son libros o pantalones desechados (desechados temporalmente, se entiende). Adoro las cajas organizadoras, en las que cabe una existencia. El resumen de una existencia al menos. He comprado ya media docena que están a la espera de que les encuentre un trastero.

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