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Jubilada del Instituto Nacional de Silicosis

La tierra asturiana

Manzanos, avellanos, castaños, nogales y otras riquezas que esperan en el olvido

Si algo tiene Asturias además de la bonhomía de sus gentes maravillosas, son sus parajes bellísimos y su potencial para acometer de forma sostenible otras vías de riqueza en sus campos y montes, y de eso les voy a hablar.

No veo en ningún programa político nada que hable de la reforestación y tampoco de cómo sanar los desperfectos causados por los temporales. Hace poco, paseaba por uno de mis hayedos preferidos (dicen que el tercero de Europa) y los árboles permanecían tumbados y destrozados por la nevada inesperada de noviembre pasado, sin ninguna acción al respecto (retirada de ramas, poda sanadora de los troncos principales tronzados y arroyos llenos de árboles caídos desde hace años). No se puede achacar sólo a la meteorología reciente este estado de los bosques y cauces de ríos y arroyos en general. Las consecuencias son las que son: no hemos avanzado mucho, falta interés de las instituciones y de los ciudadanos, que no están motivados; se han perdido las sextaferias tan necesarias y el abandono parece apropiarse de lo que tan generosamente la naturaleza nos regala. Cuando surge un temporal, todos nos rasgamos las vestiduras? y después al olvido hasta el próximo desastre. A lo sumo nos hacen promesas que en la mayoría de los casos se incumplen o se "parchean" para seguir como en el medievo.

Cuando viajo por esta querida tierra asturiana, veo por todas partes, fincas abandonadas al barbecho y me pregunto cómo se están desperdiciando recursos impagables que siguen ahí a nuestro alcance. Es cierto que el impulso debería llegar de los organismos oficiales pertinentes, nuestros jóvenes son muy válidos y se están esforzando lo que pueden para salir adelante, pero, a veces, hay que mirar hacia otras comunidades o países vecinos para darnos cuenta de que ellos sí explotan sus recursos de manera sostenible y eficaz, ayudados por sus instituciones para implementar la riqueza de sus tierras y obtener grandes beneficios de ello. Es cierto que esto tiene que ser un compromiso de todos, pero un compromiso real, donde se ayude a los que quieren trabajar sus tierras y plantar especies autóctonas en los montes, no sólo para su consumo, sino también para el de todos los seres vivos que los habitan.

Estamos en la tierra de la sidra por excelencia, con su denominación de origen muy trabajada, con un sector empresarial luchando por que sea reconocida como Patrimonio de la Humanidad. ¡Perfecto! Sólo nos faltan los manzanos sidreros. Hay muchos campos sin cultivar, tengo la esperanza de que oficialmente se subvencione este cultivo y de esa forma habrá nuevas expectativas para el campo y nuevos puestos de trabajo, pero a lo grande? Nada de pequeñeces, que seamos nosotros los exportadores del sobrante de nuestras cosechas.

Lo mismo pasa con los avellanos autóctonos, de cultivo fácil por cierto y sin embargo casi ausentes de nuestro mercado. Este sector en países vecinos de la UE se ha potenciado hasta el extremo de exportarlos con una trufa injertada de reconocimiento internacional. En mi casa importamos dos que están en su tercer año de crecimiento y en el momento óptimo para recolectar el precioso y exquisito hongo. ¿Y nosotros no podemos hacer algo igual, con las mismas características del terreno? ¡Pues sí! Son dos magníficas opciones, recuperar los avellanos y su mercado perdido y tener un nuevo potencial añadido al árbol, la trufa, manjar para consumir en la restauración y a nivel individual con un precio de mercado "angulero". Tenemos lo más importante, la tierra, sólo hace falta cultivarla.

Los nogales tampoco se escapan del olvido en una comunidad donde fueron tan pródigos. Ahora resultan una "delicatessen". Cuando algún vecino del lugar te ofrece probar sus frutos, no sólo saben a nuez, la que recordamos de nuestra niñez, ahora nos saben a gloria; yo los denomino "frutos exóticos asturianos".

De los castaños más de lo mismo?, "ya no se lleva recoger castañas". Eran los mayores los que lo hacían y "peinaban" los montes con esmero, para tomarlas de mil formas, ahora hay más caminos, envasadas de muchas maneras exquisitas y/o secas para consumir en potajes en la alta gastronomía, y todo ello nos viene de afuera. He aquí otra vía más de riqueza, pero en serio, con infraestructura necesaria para comercializar tan rico producto, porque parece que nuestros campos no existen y los montes tampoco. Menos mal que tenemos arte, historia, gastronomía, cultura, paisajes de belleza abrumadora y gentes extraordinarias; en todo esto vamos sobrados y eso nos salva de momento.

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