Por definición, un relator es alguien que relata, tal que un novelista. O un cuentista, que es el guante que mejor viene a la mano de la mojiganga que Sánchez se ha montado con los separatistas catalanes en su afán de darles carrete para que le aprueben los Presupuestos Generales del Estado y culminar así, lo más plácidamente, esta convulsa legislatura.
Parece que la acepción de la palabra relator que más se asoma al planteamiento del Gobierno de señalar a un neutral que supervise el encuentro entre partidos es aquélla que señala a una persona "que en un congreso o asamblea hace relación de los asuntos tratados, así como de las deliberaciones y acuerdos correspondientes". Un notario, o sea; un apuntador, un convocante. Una figura decorativa, a fin de cuentas, un minga fría. A nadie extrañe, por tanto, que barrunte la oposición moscas tras la oreja, no vaya a ser que por la vía del eufemismo le cuelen en la jugada a un mediador con todas las de la ley, como si en España se estuvieran incumpliendo derechos en relación con Cataluña, cuando ocurre justamente al revés, que son algunos catalanes quienes se están saltando derechos de otros, impunemente.
En algunos países sudamericanos, como Uruguay y Argentina, un relator es el locutor de radio que narra un espectáculo deportivo. O sea, que tal vez si llaman a Manolo Lama o a Paco González, uno de estos dos "alcachoferos" se ofrezca para mediar en el conflicto. Aunque a Lama le acusarán de "merengón" y no será bien visto por los catalanistas del Barça y como González presume del Oviedo, lo identificarán con el nacionalismo de reconquista y tampoco. A lo mejor Manfredo Álvarez, ahora que ha vuelto a engancharse a los micrófonos...
