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Xuan Xosé Sánchez Vicente

"Esto me han vuelto mios enemigos malos"

A propósito de Otín: la tendencia a igualar cortando las patas de quienes son más altos

La frase que el Cid pronuncia al salir de Burgos hacia el destierro. Ha sido lo primero que me ha venido a la mente al leer en LA NUEVA ESPAÑA del 29/1/2019 las palabras (muy meditadas y seguramente corregidas una y otra vez, téngase presente para evaluar el significado pleno de lo que dice) con que Carlos López Otín contesta por escrito a las preguntas del periódico acerca de las murmuraciones en torno a su persona, a propósito de algunos errores, que parecen de detalles en elementos adyacentes, en publicaciones suyas, de hace tiempo la mayoría. No porque yo pretenda comparar a don Carlos con el Campeador, que se ofendería, sino porque en esta historia hay algunos de los mismos procedimientos y causas con los que "los malos mestureros" consiguieron que se mandase al exilio a Ruy Díaz de Vivar.

Pero permítanme que antes de nada señale lo que más me interesa de esas declaraciones del señor Otín, el profundo patetismo que ponen de manifiesto. En primer lugar, el daño que ha padecido: "desde hace año y medio la situación de acoso se volvió insoportable", "pensaba que tenía la mente más fuerte del mundo, sin embargo, un día de primeros de junio esa mente se quebró en pedazos", "perdí mi propósito vital, dejó de interesarme todo aquello por lo que había dado mi vida, e incluso asumí que mi propia vida carecía de sentido". Hubo de recibir asistencia médica y guardar un retiro absoluto, para volver a cumplir sus compromisos. Es revelador que, para subrayar la intensidad y crueldad de ese acoso, haya hecho referencia a que otros científicos sometidos a un cerco semejante se hayan suicidado, abandonado carreras muy brillantes y prometedoras o vivido largos ingresos en centros psiquiátricos.

Los malos mestureros no se limitan a intentar destruir la obra y la persona de don Carlos, muerden también en su entorno natal aragonés y en sus colaboradores y alumnos. "El acosador pretende terminar con la destrucción del acosado, el acosador y sus redes no sueltan su presa hasta el final".

Esa labor no es una labor de denuncia abierta, a la que el acusado pudiera responder, se hace de forma anónima -delatando así su cualidad inquisitorial y conspiratoria- y se difunde por todos los medios que abren camino a la conspiración y la destrucción, incluidas profusamente las redes sociales y, entre ellas, Twitter, un medio sólo válido para el dato escueto, sin matices, el insulto o la mentira. Y, por si fuera poco, compañeros de la universidad de Valdés Salas se afanan en difundir esa propaganda nociva.

La democracia (recuerden lo que decía Churchill: "El peor de todos los sistemas, excluyendo todos los demás") tiene, desde su origen en Grecia, una componente negativa que le es intrínseca: la tendencia a igualar, digamos, cortando las patas de quienes son más altos, procedimiento que, si no siempre se aplaude, escasas veces disgusta. Esa tendencia igualitaria, por ejemplo, es la que gobierna en las últimas décadas la enseñanza general en prácticamente todo Occidente, convirtiéndola en un sistema relativamente ineficaz en la relación entre su costo, el tiempo que en él emplean los individuos y el rendimiento para los mismos.

La envidia es una de las pulsiones que mueve a muchos individuos y constituye uno de los motores que impulsan no pocos actos en la sociedad. Decía Quevedo que la envidia "va tan flaca y amarilla porque muerde y no come". Pero en las ricas sociedades actuales, el Estado recauda dineros suficientes para destinarlos a muchas tareas que no son, desde hace mucho, las de la pura supervivencia o la garantía del orden o la defensa. Ahora bien, los bienes que se destinan a esas tareas, pongamos por caso, la de la investigación, son siempre insuficientes: hay muchas bocas y no tantos panes. Por tanto, la competencia por hacerse con esos fondos, con ese botín, es brutal, pues de ello depende no sólo el salario, sino la fama, la proyección internacional, el poder, ingresos altos, etc. He ahí, otra de las razones, que motivan esta acometida feroz y encubierta contra el señor Otín.

La "filosofía" que descarnadamente expresa el refrán: "Hermanín de menos, ración de más". Encuéntrese quien vaya a comer el panchón a leguas de distancia o a escasos metros.

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