Sánchez tiró la toalla y habrá elecciones generales anticipadas el 28 de abril, a la vuelta de la Semana Santa, una vez encofrados los capirotes. La decisión del presidente del Gobierno, jaleada desde todos los ámbitos de la oposición como una victoria tremenda y recibida con alivio por sectores de su propio partido que temían una debacle municipal y autonómica de haber persistido el Gobierno en las concesiones vergonzosas al catalanismo, abre una campaña electoral que se anuncia áspera y multiforme, como una hidra de venenosas cabezas con la mirada pétrea puesta en el sillón de Moncloa, pero también en cada escaño de Parlamento autonómico y en todos los ayuntamientos. Se avecina una guerra dialéctica sin cuartel con los ciudadanos convertidos en estatuas de sal por el hastío.
Tan polarizado está el debate político en este país, tan enrarecido el ambiente y tan caldeados los ánimos que lo que sobreviene parecerá el metraje de una película de tiros y navajazos a diestra y siniestra. Se ha abierto la verja del arsenal de las palabras gruesas y cada cual va haciendo acopio de generosa munición grosera. No esperen un debate sereno de ideas, una exposición rigurosa de propuestas. Aguarden en todo caso la reedición de "Sálvame" en clave de política chillona.
Sirvan de aperitivo las recientes lindezas pronunciadas por la ya por poco tiempo ministra de Justicia, Dolores Delgado, quien tras la manifestación del pasado domingo en Colón calificó a los líderes de PP, Ciudadanos y Vox de "derecha trifálica". Algo de simbología fálica se va a ventilar en los comicios venideros, donde demasiados partidos van a poner a desfilar sus atributos, a ver quién la tiene más larga. De estos polvos previos vendrán futuros lodos, porque vamos a presenciar sucesivas peleas en el barro y sobresaliente acumulación de testosterona. Es lo que tiene la erótica del poder.
