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De nuevo el Cañu del Fontán

A propósito del "caso López Otín"

La peor de todas las consecuencias de la retirada de artículos del profesor López Otín, en revistas científicas de ámbito internacional, sería que disuadiera a jóvenes de cultivar la investigación. Del mismo modo que cuando algún profesor de música ridiculiza en público los primeros escarceos de un estudiante en la composición. O como sucede si un profesor de lengua hace mofa, en mitad de la clase, del ejercicio de redacción de un alumno. Llueve sobre mojado, y estas forma de ridiculizar cualquier forma de creación no son totalmente ajenas a nuestra educación tradicional, que contrasta con las pautas seguidas en la enseñanza en otros países de nuestro entorno europeo.

Hacía tiempo que no se oía hablar del Cañu del Fontán. En estos días volvió a recordarse que a quien se humillara a beber en la famosa fuente ovetense, a ras de suelo, no sólo se le bajaban los humos, si era un grandón, sino que, si era un nuevo catedrático de la Universidad, recién llegado a la región, después de beber en el cañu, ya sólo investigaría, hasta su jubilación, cada primavera, cuál era el mejor palu de la nueva sidra del año. Mediante este rito, los casticistas tenían garantizado que nunca se cambiarían las pautas de Vetusta, hoy una pequeña parte residual del Oviedo moderno.

Los pequeños fallos de las publicaciones del profesor López Otín existen, probablemente por descuidos de algún colaborador o por falta de medios. ¿Por qué las grandes revistas científicas, donde publica López Otín, no le pidieron -como hacen habitualmente- que, simplemente, subsanara los errores? Probablemente, por varias causas. Primero, porque en los consejos de redacción de esas revistas apenas hay españoles, del mismo modo que en la lista de las doscientas primeras universidades del mundo, como en la clasificación de Shanghái, no suele figurar ninguna institución española, a pesar de que, en España y fuera de España, hay grandes investigadores nacidos en nuestro país. En segundo lugar, parece evidente que hay una campaña de desprestigio contra el gran investigador aragonés vinculado a nuestra Universidad. La conspiración contra López Otín no puede atribuirse a probes guilopos manguanes, guitones o xilindrinos astures, sino más bien a eruditos mandarines ociosos que, seles y arronchaos, disparan desde detrás del matu.

López Otín no se humilló nunca inclinándose a beber en el Cañu del Fontán. Por eso, los oráculos de algunas tertulias ovetenses ya habían vaticinado con antelación estos injustos ataques a López Otín, por pretender, en alguna medida, cambiar el mundo, y hacerlo, por medio de la investigación, un poco mejor para todos.

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