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Juan Gaitán

Apología de manual

La autobiografía, género egocéntrico donde los haya, es tan antigua como la literatura

Toda literatura es, en el fondo, una forma de autobiografía. No andaba descaminado Eugenio D'ors cuando dijo que "lo que no es autobiografía es plagio". Pero si hubiese ido un paso más allá tal vez hubiera podido añadir que toda autobiografía es, en realidad, una autodefensa. La crítica parece ser unánime al conceder a San Agustín el privilegio de haber escrito la primera autobiografía, sus "Confesiones", catorce siglos antes de la invención del término, aunque apuntes autobiográficos hay ya en la Carta séptima de Platón.

La autobiografía, género egocéntrico donde los haya, es tan antiguo como la literatura, pero hasta el Romanticismo no se pondrá de moda el género, quizás porque se prestaba a esa necesidad que tenían los románticos de hacer confesión íntima de sus sentimientos.

Tal vez la mejor definición de "autobiografía" la ha dado el que pasa por ser su mayor estudioso, Philippe Lejeune, en su libro "El pacto autobiográfico", cuando dice que es "la narración retrospectiva en prosa que hace una persona real de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y principalmente en la historia de su personalidad". Obsérvese que en ningún caso hace Lejeune referencia a conceptos como "verdad" o "realidad" y otros que pudieran vincular la narración autobiográfica con los hechos ciertos que se han vivido. En esas estamos ahora en España, ya saben, con Pedro Sánchez y su "Manual de resistencia", que ya se puede comprar en cualquier librería, aunque no es preciso que salga usted corriendo, de verdad.

Curiosamente, los primeros escritos del género autobiográfico que se dan en España son las llamadas "apologías" o "defensas", que algún autor ha descrito como "una intención autobiográfica movida por la necesidad de escribir con el fin de justificar en público las acciones que se ejecutaron o las ideas que se profesaron". Pues por ahí, por ese camino andamos.

Por lo visto, para alguna gente, la que se cree importante, es inevitable la necesidad de manipular "artísticamente" la narración de la vida, tal vez queriendo sacar, de donde no hay, sentido e interés. Y será por eso que algunos críticos, como De Man, rechazan el potencial de la escritura autobiográfica, aludiendo a esa construcción figurada de los hechos que finalmente es más ficción que documento veraz, más mentira que verdad, y muy poca, o casi ninguna, literatura.

Y es entonces cuando uno comprende el sentido de aquella frase que escuché alguna vez a mis maestros: "el papel deberían venderlo en las farmacias y con receta, pero de ningún modo permitir que caiga en manos de cualquiera".

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