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Sol y sombra

Arrimadas

En una elección marcada por lo bloques, Inés Arrimadas es el valor fundamental de lo que se llama constitucionalismo. Mucho mejor candidata que Rivera y Casado y que cualquiera que intente personalizar esa idea. Con ella se entiende todo de manera más clara. Naturalmente encarna un populismo retórico, nadie es capaz de distanciarse de él en estos momentos. La diferencia entre Arrimadas y el resto es que es creíble, directa y se apoya en un lenguaje sencillo para encarnar la idea de unidad frente al separatismo catalán. Sencillo, no simple. Simple es arrojarse a los pies de la resolución de los problemas complejos intentando parecer todo lo contrario. Arrimadas es, por decirlo de algún modo, la Libertad de Delacroix guiando al pueblo.

Salvo el desafío independentista, no hay nada nuevo que nos haga pensar que no estamos decidiendo lo de siempre. Antes era el bipartidismo el que encarnaba la única opción en las urnas, ahora estamos sometidos inexorablemente a elegir entre dos bloques inequívocamente dibujados. ¿Podemos hacer otra cosa que caer en uno de ellos? Sí, si nos abonamos a la abstención. Todo lo que no sea abstenerse de lo que pasa obliga a tomar partido. El juego nunca estuvo tan claro como ahora, dado que apenas existe la posibilidad de una mayoría absoluta por parte de una fuerza política como sucedía en otros tiempos.

Arrimadas, estoy convencido, es la voz que suscita afinidad en la España decidida a defender la nación íntegra frente a los que pretenden que el país se reduzca y sea algo distinto a lo que fue. Son palabras mayores, no se trata de discutir sobre una mejor percepción de la economía entre la izquierda y la derecha sino de la continuidad como proyecto común de esto que se llama España. De los vaivenes sociales y económicos un país como este siempre se recupera, la inutilidad de su existencia podría en cambio resultar decisivamente funesta.

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