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Huele a derecha

Ante las próximas elecciones

No tengo el menor interés en hacer pronósticos electorales. Tal como están las cosas todo puede suceder. Y lo contrario. Para predecir están las encuestas, que tienen una extraña propensión a equivocarse. Si nos atenemos al resumen de encuestas públicas y privadas dadas a conocer últimamente, lo más seguro es que "quién sabe". "El País", por ejemplo, así lo ha hecho, para concluir que podría repetirse el resultado de Andalucía.

Los salmones, en cambio, se atienen a su ancestral instinto para culminar su ardua travesía marítima y llegar a su fluvial destino. Creo que mi larga vida y alguna experiencia política me han dotado de eso que suele llamarse olfato. Por una vez parece que intuición y encuestas tienden a coincidir.

Tengo la impresión de que huele a derecha. Puedo estar totalmente equivocado, claro. Pero flota en el aire un no sé qué augural. Los augures romanos escrutaban las vísceras de los gansos capitolinos previamente sacrificados sin derecho a otra retribución que su generoso cuidado y alimentación a costa del erario público. Mientras vivían...

El viento sopla de Levante. Es decir, de la derecha del mapa. Claro que la derecha adopta ahora distintos disfraces. Ha sobrevolado el océano desde su nativa Europa y tomado carta de naturaleza en otros territorios.

Del Este al Oeste en nuestro mundo. Se la juzga según el ámbito espacial y cultural en que germina. La circunstancia es una vez más la envoltura social del hombre.

Sin salir de nuestro núcleo continental euroasiático, que es lo que tenemos más a mano, el travestismo de la derecha (hay otros de izquierda con múltiple repertorio, pero no es el caso), nos ofrece un novedoso paisaje.

Comencemos por Japón, que está reconstruyendo sus Fuerzas Armadas, nostálgico de su imperio. Siguen las dos Coreas en pleno deshielo de su peculiar guerra fría. Y la China, de "dos sistemas, un país", con su invasivo desarrollo. Avanzando hacia el oeste la inmensa Rusia es el ejemplo perfecto de una democracia jerárquica y personal, establecida sobre el capitalismo voraz, de nuevo cuño, en que han venido a parar los "soviets". En su conflictiva frontera Finlandia acaba de suprimir, por sus negativas consecuencias, el "salario social". Uno de los más caros sueños del estado de bienestar.

El grupo de Visogrado, que incluye a Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa, es el buque insignia de esta nueva derecha europea que se extiende por Austria, Alemania, Holanda, o Suecia y alcanza su máxima consistencia en Francia e Italia.

El continente americano es terreno de cultivo para singulares especímenes. El más inclasificable el que aporta el presidente Trump. Denostado por las élites intelectual, mediática y política de EE UU, mantiene a su país en olvidadas cotas de empleo y nivel económico. Su lema, "América first", podría ser el santo y seña de esta derecha insólita que se extiende desde el Río Bravo hasta la Patagonia de Macri, pasando por el Brasil de Bolsonaro, la Venezuela de Guaidó, la Colombia de Iván Duque. Entre tanto, el chavismo bolivariano, la Nicaragua orteguista y el post castrismo cubano se resisten en su inevitable agonía.

Derecha y nacionalismo forman una camaleónica mistura. Si somos mínimamente rigurosos no sabemos muy bien dónde situarlas. Los nacionalismos vascos y catalán (también el gallego) tienen sus raíces en la más rancia tradición burguesa del tradicionalismo.

La llegada tardía de la industrialización al País Vasco y Cataluña -posteriormente a Galicia- basó su florecimiento en una política insolidaria gravemente dañina para las regiones interiores. Esta brecha perdura en el ADN nacionalista. Considerarlos progresistas o modernos es pura contradicción. Su razón de ser es la salvaguardia de su propio estatus.

Todo tiene un límite. La izquierda del Estado de bienestar ha marcado la conciencia europea desde el fin de la II Guerra Mundial hasta la última gran crisis económica. Ha aprendido a su costa que no todo vale. Los recursos disponibles son los que son y dan para lo que dan. La derecha también sabe ya que hay privilegios e intereses incompatibles con nuestro tiempo. Nadie ignora hoy que la justicia social es irrenunciable.

Sí. Huele a derecha, cualquiera que sea su nombre. Todos se disputan el codiciado centro. Ser las genuinas derecha e izquierda ya no es políticamente correcto. Más allá de la social democracia no hay lugar para la izquierda tradicional. La derecha de toda la vida simplemente solo existe en el imaginario de sus adversarios. La "tercera vía" no parece tener mucho futuro. ¿Qué nos queda? La que se cobijaba bajo los nombres que unos y otros le adjudican. Populismo, extremismo (bicéfalo derecha/izquierda), xenofobia, fascismo (o comunismo), vuelta al orden? Lo peor: patriotismo. Ser patriota estaba muy mal visto hasta la crisis catalana y el estallido de la bandera en los balcones de España.

Ya digo. El viento viene del Este: Vista a la derecha.

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