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José María de Loma

Urkullu tiene un porvenir

La mediación entre Rajoy y Puigdemont

El relator era esto. El lehendakari Íñigo Urkullu ha admitido que medió entre el Gobierno y la Generalitat desde junio de 2017, cuando oficialmente se lo requirió Carles Puigdemont. Rajoy estaba informado. Le interesaba un mediador, confiaba en Urkullu. Lo más interesante es que, ni Puigdemont quería la declaración unilateral, o eso dice, ni Rajoy quería el 155. Y sin embargo, las dos cosas se produjeron. Eso dice mucho del fracaso colectivo. Del no entendimiento y la sinrazón.

Las conversaciones tenían un relator, la torpeza de Carmen Calvo fue utilizar, en lo que podrían haber sido nuevos diálogos, la palabrita de marras. En cualquier caso a nosotros nos interesa ver lo españolísimo que es el proceso. O sea, un gallego y un catalán no se entienden y buscan la mediación de un vasco. En la vida normal se van a tomar un pulpo, una butifarra y un txacolí y a la media hora se están contando historias de la mili, exaltando la amistad y criticando al sexo opuesto. Y tan amigos. Si acaso, alguna pequeña rencilla al día siguiente al comprobar que uno se escaqueó de pagar una ronda y verificar que el taxi de vuelta fue algo caro y no se hicieron bien las cuentas entre los tres para pagar a escote. Un ibuprofeno, una caña, y a vivir. Empero, en la vida política todo se complica, todos tienen que justificarse, todos quieren llevar razón, aumentar su protagonismo, zaherir al otro. El consenso está sobrevalorado, sí, pero la diatriba está sobredimensionada. Mucha crispación.

Urkullu. He ahí un hombre sensato y templado, tal vez hipotenso. Bucea uno por entre las entrevistas y perfiles periodísticos que se le han hecho y encuentra a un tipo saludablemente aburrido, incapaz de sobresaltos. Lo que nos hace falta. Y eso, militando en un partido que no ha esquivado en su larga historia los comportamientos traicioneros, bandidos, golpistas o compadreantes con el terrorismo etarra.

Urkullu es un mosto con aceitunas sin sal un domingo a las 12.30 acariciando la cabeza de un niño que quiere destrozarse el uniforme de colegio privado apedreando gatos. Es el que dice en el batzoki nos vamos ya que mañana hay que trabajar, el hombre sin arrugas en la camisa. Con una voz y una cadencia al hablar como de profesor que está repitiendo por segunda vez a un auditorio de zangolotinos cuales fueron las causas de la revolución industrial. Entre ese punto cansino y didáctico. Sería un estadista si su nación no fuera tan pequeña, que a lo mejor, eso va con los gustos, ni es nación. Debería volver Urkullu a mediar. En otros problemas ibéricos o en este. Mediatorman, superhéroe. Sería un buen Defensor del Pueblo Español. Si se le utiliza más, ve ahí uno la vía para integrar más esa sensibilidad nacionalista en España. Que tiene un futurito, el hombre.

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