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La ética de la investigación científica

En apoyo y agradecimiento a Carlos López Otín

Conocimos al investigador López Otín desde la Asociación Cultural "Cauce del Nalón" cuando contactamos con él para que nos contara que era eso de la "genómica". Un viernes 16 de junio del año 2000, en la Casa de la Cultura de las Escuelas Dorado, cautivó a un público, en su mayoría ayuno de ciencia, con su saber pausado. Recordamos que hacía buen tiempo y hasta que había un partido de fútbol importante. "La ética de la investigación científica: el genoma humano" fue el título de aquella charla en la que compartió tribuna con Marcelo Palacios, del comité de bioética. Luego volvió en el 2002 para, con su admirada Margarita Salas, contar algo de lo que suponían "Los retos actuales de la biomedicina". Presentó y compartió mesa años después con una gran investigadora, Milagros Balbín, en otra nueva conferencia en el 2012. Sus temas exigían un nivel de concentración que solo desde su forma de contar se hacía entendible. Admiraba a sus profesores y referentes: a Margarita Salas, a Eladio Viñuela y al maestro Severo Ochoa y a otros muchos, además de a sus compañeros de equipo.

Había venido desde su Sabiñánigo natal en Aragón a esta Universidad "provinciana" para quedarse y ponerla en el mapa de la investigación mundial en biología molecular.

En nuestra asociación nos "descifró" los misterios del proyecto proteasa, del "milagro del envejecimiento celular", los estudios de poblaciones en las que se repetían los patrones de una misma enfermedad, las aplicaciones médico-farmacológicas resultado de investigaciones pacientes llevadas tras largos años de estudio y minuciosas observaciones anotadas con paciencia infinita y un saber transmitir envidiable. Conseguía recursos de donde podía y luchaba por ellos si los consideraba necesarios. "Entraba con la ajena para salir con la propia" con inteligencia y paciencia. Asumía -y asume- los errores propios y valoraba los éxitos de otros.

Si se le requería para una conferencia en un grupo o asociación acudía sin un pero, salvo el del trabajo. Si se trataba de divulgar la ciencia a chicos de un instituto presto se ponía a preparar una conferencia que hiciera inteligible y apasionante lo difícil y pasmoso el trabajo en un laboratorio. Nos consta. En el 2004 se le otorgó la medalla de plata del Principado de Asturias, ¡qué menos! Muchos creímos, y creemos, que merece mayor reconocimiento.

A menudo le fotografiaban entre montañas de documentos, pero sus mejores fotografías fueron y son con sus colaboradores. Su trabajo estaba en el del equipo, el suyo, al que siempre valoraba como imprescindible, y el de los colegas, los que en este país, en otros o en las antípodas estaban haciendo algo que a todos nos vale: estudiar por qué enfermamos, cuáles son las causas profundas de nuestro deterioro y cómo podemos atajar los males que perturban una vida de calidad. Ninguna causa del deterioro vital le es indiferente: "no vamos a ser inmortales, solo podremos vivir más y con mejor calidad de vida, con más dignidad".

Carlos López Otín crea equipo porque sabe que o tienes un ejército o sucumbes contra el enemigo oculto en el microscopio "y más allá". Ante el enemigo externo de mundanas y envidiosas empresas personales poco puede hacerse, salvo que el ejército sea real y de fuego. Cuando hace meses se fue a Francia, los bienpensantes incautos, ingenuos o crédulos pensamos que se debía a una proyección necesaria. Que la rivalidad y el "cerco" quedaban en un segundo plano. Más que pena por él -que sin duda lo superará- nos da lástima por todos los que desde la ignorancia, la envidia o el resentimiento pretenden sepultar entre pequeñas miserias un trabajo grande.

Baltasar Gracián, aragonés como él, pero del siglo XVII, acostumbrado a las envidias, expresaba con claridad que: "Triste cosa es no tener amigos. / Pero más triste es no tener enemigos. / Porque quien enemigos no tiene, / señal de que no tiene talento a quien haga sombra, / ni carácter que abulte, ni valor que le teman, / ni bien que le codicien, / ni honor que le murmuren, / ni razón alguna que le envidien".

Debe de tener don Carlos López Otín talento, bienes, carácter, valor, honra y muchas cosas buenas en abundancia, por eso, además de amigos, tiene muchos enemigos que adolecen de aquellas virtudes que en él envidian. Nos importa que continúe realizando un trabajo que permita mejorar la vida de todos.

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