El Partido Popular, tal como sucedió en las elecciones de 2015 y 2016, ha vuelto a salvar, ahora con ocasión de los comicios generales de abril, al partido de Francisco Álvarez-Cascos, que ya se encontraba, otra vez, camino del despeñadero. Las posibilidades de que Foro sacara un diputado o un senador el 26-A eran nulas de haber concurrido en solitario a las urnas. Sin embargo, al ir en coalición con el PP, que le cede el número dos en la lista al Congreso y el tres en la Cámara alta, tiene muchas opciones de lograr representación en las Cortes. Además, el casquismo toma algo de aire (no mucho, ciertamente) de cara a las autonómicas y municipales de mayo, sobre todo si el 28-M hay también acercamiento entre los dos partidos de la derecha.
En todo caso, el pacto electoral actual parece más lógico que los dos anteriores que, paradójicamente, contaron con el visto bueno de Mariano Rajoy. El de ahora lo concierta Álvarez-Cascos (que sigue siendo el gran muñidor de la formación por él creada) directamente con el bloque que conforman Pablo Casado-José María Aznar, dos de las personas con las que mantiene mejor relación en el PP. Que a las negociaciones en Madrid no haya acudido la actual presidenta de Foro, Carmen Moriyón, es muy revelador de cómo funciona este partido.
La todavía alcaldesa de Gijón no aceptó de buen grado las dos anteriores coaliciones PP-Foro, hasta el punto de que se negó a participar en las campañas electorales. Ahora tampoco intervino activamente en los tratos con los populares. Quien sí acudió a la sede de Génova en Madrid fue Álvarez-Cascos. Por eso resulta algo extraño que Casado elogiara el pasado martes en Oviedo la capacidad de diálogo de Foro, con buenas o malas caras de algunos, no les quedaba otra opción que pactar. No así a parte del PP regional.
La dirección nacional manda, pero la candidata a la Presidencia del Principado, Teresa Mallada, no se encuentra cómoda con el acuerdo con Foro. Lo dijo públicamente hace días y el martes lo ratificó con su fría gestualidad.
